St. Mary's Ascot

lunes, agosto 20


Queridos amigos virtuales,

Tras mi paso por la horrorosa mansión del terror, me dirigí al internado en el que me crié: St. Mary’s School Ascot, en el Condado de Berkshire. Mil recuerdos distintos me recorrieron causándome una oleada interminable de emociones cuando mis zapatos acariciaron la hierba.

La directora, Mary Breen, me recibió con total corrección, aunque no me pasó desapercibida la fina capa de hielo que rodeaba su vestido rosa como un aura. Mary me permitía estar allí viviendo unos días únicamente por la promesa de mi generosa donación, pero no me cabía duda de que su amabilidad se sostenía de un frágil filamento de esperanza. Un paso en falso y se rompería para siempre haciéndome caer en el vacío. Debía ser extremadamente precavida.

Conseguir una copia de la llave de la capilla fue una tarea digna de la más experimentada de las espías. Observé al Padre Dermot durante varias semanas para conocer sus rutinas antes de arriesgarme a hacer nada. Queridos, este buen hombre de Dios no tenía medida en expresar la dicha más absoluta, tanto a solas como con las alumnas, así que tuve que escuchar las felices canciones que tarareaba y silbaba una y otra vez por los pasillos del internado hasta el aborrecimiento más absoluto. En algún momento incluso confundí un Gucci con un Armani y pensé que me había vuelto completamente loca. Pero finalmente, y con la ayuda de un hueso que mantuvo entretenido al perro del capellán durante su siesta, conseguí llevarme la llave, hacer una copia, y devolverla a tiempo para que nadie se diera cuenta de su desaparición. Oh, queridos, cuán realizada me sentí en aquél momento.

Para ganarme la confianza de Mary y que dejara de controlarme, decidí integrarme en la AOGA —Ascot Old Girl Association—, y me sentí indescriptiblemente orgullosa de mí misma cuando conseguí que mi estilosa estilográfica plasmara mi firma en el papel que me convertía en miembro del grupo. Cuál fue mi horror, queridos, cuando acudí pletórica a mi primera reunión y allí estaba Wendy, la diabólicamente perfecta Wendy, que de pequeña tan mal me lo hizo pasar en el internado. Cuánto deseé tener una deliciosa copa de martini en la mano en ese momento para inundar mi espíritu del fuego que necesitaba.

Con un aire de inconmensurable dignidad y con un atuendo que rebosaba una pulcritud y recato que hasta me causaban terribles mareos, Wendy no dejó de mirarme con una sonrisa cáustica que no podía ocultar el absoluto rechazo que le producía tenerme allí. La verdad es que sentí una ola de frío recorrerme la espalda, un frío que había olvidado hacía muchos años pero que aún me era familiar.

—Hermanas de Ascot —Wendy se puso de pie ceremonialmente y abriendo los brazos se dirigió a la congregación, dándome la espalda—, hoy tenemos una sorpresa que estoy segura de que no os dejará indiferentes. Tengo el gran placer de presentaros a una hermana que hace muchos años también perteneció, como todas nosotras, a nuestra cálida escuela. Una oveja que vuelve al redil con la esperanza de recibir el perdón y la paz que Nuestro Señor, en su eterna sabiduría, nos otorga con gracia divina a sus elegidos. Queridas —dio un rápido giró que hizo rebotar sus tirabuzones perfectos—, dad la bienvenida a Pamela Von Mismarch, nuestra huerfanita.

Todas se pusieron a aplaudir a la huerfanita... Ya había olvidado el apodo con el que Wendy hizo que todos se refirieran antaño a mí. Una corriente me crispó todos los músculos y me hizo cerrar los dientes con fuerza hasta que rechinaron. Controlé la ira que como un demonio trepaba por mis medias y canalicé su fuerza hacia mi lengua.

—Queridas antiguas alumnas de Ascot —empecé, quitándole la palabra a Wendy justo cuando iba a empezar a hablar, ante su estupefacción. Todas me miraban como anonadadas, y presupuse que era debido a mi increíblemente estiloso vestido nuevo, que hacía juego con una preciosa pamela amarilla—. Debo reconocer que nunca pensé que volvería a este refugio de paz en el que hermanas como Wendoline —la llamé así a sabiendas de que ella lo odiaba, y ver cómo una mueca aparecía en su cara me llenó de placer— se mantienen lejos de las tentaciones terrenales de las que de otra forma serían presas fáciles, como es presa del lobo el tierno corderillo. He venido, no buscando el amparo del Señor, pues no hay pecado ni tentación en mi alma, sino buscando la sabiduría del pasado. Espero poder compartir con todas vosotras momentos inolvidables en los que podamos hacer un gran bien a nuestra comunidad llenando juntas nuestros corazones de júbilo —tras una pausa emotiva, en la que parpadeé con recato, continué—. Y no, no me des las gracias Wendoline, te ayudaré en todo lo posible con el mayor placer que nadie nunca haya sentido. Ahora, muy a mi pesar, debo marcharme, pues tengo hora en mi salón de belleza.

Me di la vuelta y, triunfal y rodeada por un halo de recatada dignidad, salí por la puerta dejando a Wendy con la palabra en la boca.

Siempre vuestra, y orgullosa
Pamela

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Diamantes... 1

  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    jueves, agosto 23, 2007 12:46:00 p. m.

    Wendy debería haberte dado tu merecido, Pamela. Pero no me preocupa, seguro que más adelante te mete en cintura cuando la vuelvas a encontrar.

    No busques la sabiduría en el pasado, búscalo en el fondo de las copas de martini que engulles cual alcóholica.

     

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