Intriga en el internado

sábado, octubre 27


Queridos amigos virtuales,

Estaba esperando a que empezara la reunión de la AOGA para cerciorarme de que Wendy estuviera fuera de juego, pero las agujas del reloj se negaban a avanzar lo necesario. Por si fuera poco, además tenía cuatro malévolos duendes apretándome los nervios con martillitos diminutos y no había forma de calmarlos.

Me miré al espejo para ver si mi atuendo era el adecuado, y asentí con satisfacción. Esta ocasión requería de mi gabardina gris a juego con mi pamela, además de unas estilosas gafas Bottega Veneta que me harían pasar desapercibida a ojos extraños y que hacían juego con mi bolso y mis magníficos zapatos.

Llegó la hora y salí con paso rápido hacia el lugar dónde me encontraría con mi contacto. Pasados diez minutos estaba en el lugar convenido mirando a un lado y otro con impaciencia. ¿Le habría ocurrido algo?

—Perdona el retraso, ya estoy aquí. ¿Qué era eso tan importante que querías decirme? —me susurró desde detrás una voz masculina. Robert llevaba su traje de guardia de seguridad, cosa que tengo que reconocer que me provocaba cierta distracción visual—. No habrás estado pensando esta noche y te habrás enamorado perdidamente de mí, y eso que me habías convencido de que estaba encaprichado de un espejismo —su gesto de picardía me resultó cautivador, pero no era momento para bromas, y por el cambio de expresión de Robert creo que mi cara transmitió exactamente lo que estaba pensando.
—Robert, siento molestarte pero ha habido un contratiempo.
—Te escucho.
—¿Conoces a Wendy? Vaya pregunta, desde luego que la conoces, quién no la va a conocer si su pasatiempo favorito es meterse en los asuntos ajenos.
—¿Qué pasa con ella?
Ayer me vio saliendo de tu coche y dice que va a contarle a todo el mundo que tenemos une liaison. Según ella, para hacer justicia. No me cabe bajo la pamela como se puede ser tan arpía.
—¿Un qué? —obviamente Robert no sabía francés.
—Que dice que somos amantes.
—¡¿Qué?!
—Escucha, tengo un plan. Conozco a Wendy y creo que sé como alisarle esos tirabuzones perfectos.
—¡¿Qué va a contar que tú y yo somos amantes?!
—Querido, baja la voz, ¿quieres?, que la cancha de paddle está vacía pero los árboles no están sordos. Escúchame. Ahora está en una de las reuniones de la AOGA, cuando salga, esto es lo que vas a hacer...

Incansablemente vuestra, e intrigada
Pamela

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