Frío despertar
viernes, marzo 14
Queridos amigos virtuales,
Desperté con los rayos de sol que se filtraban a través de los cristales del ventanal. Cada uno de ellos transportaba una promesa de ilusiones venideras, una mariposa invisible que se posaba suavemente sobre mi piel.
Mi cabeza subía y bajaba al son de la música celestial que era la respiración de Václav. Me sentía tranquila, llena de una calma que hacía meses había perdido sin darme cuenta. Ahora me resultaba tan evidente como delicado era el roce de una piel sobre otra.
En ese momento la realidad se contrajo hasta reducirse a los confines de mi suite. Todo lo necesario estaba allí en ese momento: Václav, dos copas de martini y yo. El mundo nada sabía de las emociones que habían tejido nuestros corazones en la madrugada, a la sombra de la noche. Pero yo lo sabía, y eso era más que suficiente. Era la protectora de un tesoro que nadie sabía siquiera que existía.
Esos pensamientos hicieron que los vellos de mis brazos despertaran de su letargo, y acto seguido me acurruqué un poco más contra el cálido cuerpo de Václav. Descansar sobre la sólida nube de su torso era tan maravilloso como volar en la alfombra mágica de Aladino. Volaba dejando atrás los yermos desiertos de la soledad para aventurarme en selvas surcada por ríos de flores.
Me incorporé para mirar su cara radiante de juventud y, cuando acaricié su mentón con mis labios, abrió los ojos lentamente y me abrazó. Hacía tanto tiempo que mi lecho no conocía varón que cada uno de sus gestos imprimía huella en mí, haciendo que mi alma tomara forma como las arenas de una playa virgen.
– ¿Has dormido bien? –me preguntó antes de darme otro beso.
– Hacía milenios que no dormía así.
– Me alegro.
– ¿Sabes? Pensaba que no te iba a volver a ver, después de dos semanas, pero cuando abrí la puerta y te vi vestido así, me quedé completamente estupefacta.
– ¿Eso creías? –Se rió él–. Si no vine antes fue porque tenía cosas que hacer antes de volver a verte.
– ¿Ah, sí?, ¿cuáles? Si se me permite preguntar...
– Claro. Pamela, desde que nos dijimos adiós el último día, supe que lo primero que haría al volver a verte sería besarte, por eso... –Me miraba tan fijamente y pronunciaba las palabras con tanta seguridad, que sentí un estremecimiento vibrar por todo mi ser. Entonces me di cuenta.
– ¡Querido, tu inglés! ¿Cómo es posible? ¡Estás hablando un inglés perfecto! –En los labios de Václav se dibujó una sonrisa triunfal.
– Es lo que decía, Pamela, en estas semanas tenía cosas que hacer antes de volver a verte. Una de ellas era mejorar mi inglés para poder hablar bien contigo.
– Pero ¿cómo?, ¿sólo en dos semanas? ¡Es imposible!
– Entonces, ¿soy una fantasía de tu mente?
– ¡Oh! –Me tapé la boca con la mano y miré alrededor mientras valoraba seriamente tal posibilidad. ¿Podía ser que me hubiera vuelto loca del todo?
– ¡Pamela! –gritó él, riéndose a carcajadas mientras se echaba sobre mí y rodábamos por la cama–. ¡Cómo puedes pensar que no soy real! –Václav no podía parar de reír, y un minuto después me contagió la risa.
– Querido –dije, y lo besé con ímpetu, silenciando las risas–. Es todo tan extraño.
– Tan extraño... ¡como una pesadilla! –Václav me cogió en brazos mientras gritaba estas palabras y salió corriendo a través de la habitación, camino al baño. En sus fuertes brazos me sentía ligera como una pluma.
– ¡No, ni se te ocurra! –grité al entrever sus intenciones, pataleando–. ¡Bájame! ¡No, Václav!
Pero era demasiado tarde, en un abrir y cerrar de ojos estaba debajo del agua fría de la ducha, gritando y riendo como una loca, a la vez que forcejeaba inútilmente para escapar. Después Václav me abrazó, quedando él también bajo el vivificante chorro de agua. Y nuestros cuerpos se entrelazaron.
Revitalizadamente vuestra, y complacida
Pamela
Desperté con los rayos de sol que se filtraban a través de los cristales del ventanal. Cada uno de ellos transportaba una promesa de ilusiones venideras, una mariposa invisible que se posaba suavemente sobre mi piel.
Mi cabeza subía y bajaba al son de la música celestial que era la respiración de Václav. Me sentía tranquila, llena de una calma que hacía meses había perdido sin darme cuenta. Ahora me resultaba tan evidente como delicado era el roce de una piel sobre otra.
En ese momento la realidad se contrajo hasta reducirse a los confines de mi suite. Todo lo necesario estaba allí en ese momento: Václav, dos copas de martini y yo. El mundo nada sabía de las emociones que habían tejido nuestros corazones en la madrugada, a la sombra de la noche. Pero yo lo sabía, y eso era más que suficiente. Era la protectora de un tesoro que nadie sabía siquiera que existía.
Esos pensamientos hicieron que los vellos de mis brazos despertaran de su letargo, y acto seguido me acurruqué un poco más contra el cálido cuerpo de Václav. Descansar sobre la sólida nube de su torso era tan maravilloso como volar en la alfombra mágica de Aladino. Volaba dejando atrás los yermos desiertos de la soledad para aventurarme en selvas surcada por ríos de flores.
Me incorporé para mirar su cara radiante de juventud y, cuando acaricié su mentón con mis labios, abrió los ojos lentamente y me abrazó. Hacía tanto tiempo que mi lecho no conocía varón que cada uno de sus gestos imprimía huella en mí, haciendo que mi alma tomara forma como las arenas de una playa virgen.
– ¿Has dormido bien? –me preguntó antes de darme otro beso.
– Hacía milenios que no dormía así.
– Me alegro.
– ¿Sabes? Pensaba que no te iba a volver a ver, después de dos semanas, pero cuando abrí la puerta y te vi vestido así, me quedé completamente estupefacta.
– ¿Eso creías? –Se rió él–. Si no vine antes fue porque tenía cosas que hacer antes de volver a verte.
– ¿Ah, sí?, ¿cuáles? Si se me permite preguntar...
– Claro. Pamela, desde que nos dijimos adiós el último día, supe que lo primero que haría al volver a verte sería besarte, por eso... –Me miraba tan fijamente y pronunciaba las palabras con tanta seguridad, que sentí un estremecimiento vibrar por todo mi ser. Entonces me di cuenta.
– ¡Querido, tu inglés! ¿Cómo es posible? ¡Estás hablando un inglés perfecto! –En los labios de Václav se dibujó una sonrisa triunfal.
– Es lo que decía, Pamela, en estas semanas tenía cosas que hacer antes de volver a verte. Una de ellas era mejorar mi inglés para poder hablar bien contigo.
– Pero ¿cómo?, ¿sólo en dos semanas? ¡Es imposible!
– Entonces, ¿soy una fantasía de tu mente?
– ¡Oh! –Me tapé la boca con la mano y miré alrededor mientras valoraba seriamente tal posibilidad. ¿Podía ser que me hubiera vuelto loca del todo?
– ¡Pamela! –gritó él, riéndose a carcajadas mientras se echaba sobre mí y rodábamos por la cama–. ¡Cómo puedes pensar que no soy real! –Václav no podía parar de reír, y un minuto después me contagió la risa.
– Querido –dije, y lo besé con ímpetu, silenciando las risas–. Es todo tan extraño.
– Tan extraño... ¡como una pesadilla! –Václav me cogió en brazos mientras gritaba estas palabras y salió corriendo a través de la habitación, camino al baño. En sus fuertes brazos me sentía ligera como una pluma.
– ¡No, ni se te ocurra! –grité al entrever sus intenciones, pataleando–. ¡Bájame! ¡No, Václav!
Pero era demasiado tarde, en un abrir y cerrar de ojos estaba debajo del agua fría de la ducha, gritando y riendo como una loca, a la vez que forcejeaba inútilmente para escapar. Después Václav me abrazó, quedando él también bajo el vivificante chorro de agua. Y nuestros cuerpos se entrelazaron.
Revitalizadamente vuestra, y complacida
Pamela
Etiquetas: Mi vida
jueves, agosto 07, 2008 11:14:00 p. m.
Impresionante! que historia Pamela, se me erizo la piel por tu anecdota, mis mas siceras felicidades por tu hermosa forma de relatar los hechos!