La caja de Pandora

jueves, enero 25


Queridos amigos virtuales,

Al fin ha llegado el día de mi cita con Linus, queridos, y estoy abrumada por lo que he descubierto. Hallazgos que zarandean mi alma como si fuera una palmera azotada por vientos huracanados en una playa tropical. Soy una sirena sin piernas que no sabe cuál debería ser el siguiente paso a dar en esta senda que se adentra en un bosque lleno de arbustos espinosos que borran todo rastro del camino.

Cuando Linus llegó, su semblante era igual de grave que cuando se fue el último día que nos vimos, cuando tuvimos la sesión de hipnosis. Se me hizo un nudo en la boca del estómago cuando vi que en la mano llevaba la grabadora que contenía las palabras que se pronunciaron en esta misma habitación. Intentó tranquilizarme, pero no hizo más que ponerme aún más nerviosa.

—Lo mejor será que escuches la grabación sin más preámbulo —me dijo—. Pero antes de empezar quiero que tengas una cosa en cuenta, lo que dices en ella es tal como lo viviste cuando eras una niña de seis años, y no la realidad. Todo podría ser producto de la mala interpretación de esa niña.
—Adelante.
—Es importante que hayas comprendido esto.
—Sí, Linus, pon la cinta ya, ¿acaso quieres destrozarme los nervios?
—Está bien.

Mientras la grabación se ponía en marcha no podía dejar de mirar el colgante plateado de Linus. Los segundos se me hicieron eternos, pequeñas infinitudes con un universo dentro de cada una. La grabación comenzó con Linus induciéndome a un estado de hipnosis, después de eso hubo un largo silencio. Después continuó:

—¿Pamela? —se escuchó decir a Linus a través del aparato.
—¿Sí?
—Pamela, dime donde estás.
—Con mi madre. ¡Ay! Me está peinando, pero me hace daño. Me da tirones en el pelo. Está enredado.
—Dime qué ves a tu alrededor.
—Mis juguetes.
—¿Cuántos años tienes?
—Hummm... seis. Me quiero ir. No me gusta que me peine. No. No me gusta lo que dice.
—¿Qué dice?
—Que tenemos que darnos prisa porque la tía llega de un momento a otro. Viene a recogerme.
—Y por qué no te gusta eso.
—No me gusta mi tía, es mala. Me dice cosas que no me gustan y me obliga a cepillar a los gatos. Los gatos también son malos. Me arañan. Mamá, no me quiero ir con la tía —hubo un silencio prolongado y después un cuchicheo ininteligible.
—Qué responde mamá.
—Que tengo que irme con ella. Que ya me ha dicho que ella y papá se van de viaje. Papá, no quiero irme con la tía —suspiré—. Me agarro a su pierna con todas mis fuerzas, pero me deja en la silla y se va. Estoy triste. Me siento sola.
—Dime, Pamela, ¿qué hace mamá?
—Se ha ido con papá. Gritan otra vez. Muchos gritos. Me bajo de la silla y salgo corriendo. Corro muy rápido.
—¿A dónde vas?
—Al armario de mi madre, entre los abrigos de pieles. Así no podrán encontrarme y no tendré que ir con la tía.
—¿Y no te da miedo estar a oscuras dentro del armario?
—No. Son muy suaves. Me gusta tocarlos. Son suaves, tan suaves. Además hay duendes buenos. Mamá y papá han entrado en la habitación gritando. Gritan mucho. Hay un portazo. Me tapo los oídos para no escuchar los gritos.
—No, Pamela, escucha, ¿qué dicen?
—¡No lo oigo! —alcé la voz—. Tengo los oídos tapados.
—Pamela, puedes escucharlo a través de tus manos, ¿qué dicen?
—No sé. No sé...
—Presta atención, puedes hacerlo.
—No sé. Cosas feas:¡Kellen, la niña no quiere quedarse con mi hermana! ¡¿No ves que tiene miedo?! ¡No está bien irnos de vacaciones sin ella, deberíamos llevárnosla! —Entonces puse la voz en un tono más grave—: ¡No, Elissa, ya te he dicho que no! ¡¿No podemos tener unas vacaciones tranquilas sin la niña por una vez?! ¡Por el amor de Dios! —después me puse a sollozar quedamente.
—Pamela, no llores, no pasa nada, no puede pasarte nada —me dijo Linus en la cinta, en tono tranquilizador.
—Tengo miedo. Hace calor. ¡Papá ha dado un golpe muy fuerte en la puerta del armario!
—No te preocupes Pamela, yo estoy contigo.
—¡No, estoy sola! —grité alterada, llorando—. Hace mucho calor.
- Kellen: Escúchame bien, Elissa, vamos a irnos sin esa niña, te guste o no.
- Elissa: No hables así de Pamela, también es tu hija.
- Kellen: ¿Mi hija? Por favor, no me hagas reír.
- Elissa: Cómo te atreves... Kellen, no vuelvas a decir algo así —el tono era frío.
- Kellen: ¡Es la verdad! Lo sabes muy bien.
- Elissa: Hazme el favor de no gritar, podría oírnos. Pamela es tu hija, es tan mía como tuya.
- Kellen: No... No tan mía como tuya, Elissa. Ya estoy harto. Desde el principio supe que esto no funcionaría, y cada vez va a peor. Ya no aguanto más. Cada vez que la miro lo veo a él, con esa piel morena... Lo siento, pero no puedo soportarlo más.
- Elissa: Kellen...
- Kellen: Me voy al coche.
—¡Pamela, tranquila! —me repitió Linus. En la cinta se me escuchaba llorar de forma histérica—. ¡Estás a salvo, despierta! —pero se ve que yo no despertaba, y Linus empezó a zarandearme, fue entonces cuando recuperé el conocimiento—. ¡Pamela, despierta, despierta!

La grabación terminó. Miré a Linus completamente alucinada, con los ojos como platos. No podía creer lo que acababa de escuchar. ¡Que mi padre no era Kellen!, ¿pero qué clase de broma macabra era aquella?, ¿qué cruel jugarreta de mi mente estaba dando lugar a semejante barbaridad?

Linus intentó explicarme que esa podía ser la interpretación subjetiva de mi yo cuando tenía seis años con toques de realismo de mi yo actual, pero que no quería engañarme, nunca había visto algo semejante en ninguna de sus sesiones de hipnosis. La verosimilitud de la narración y la exactitud de la trascripción de la conversación de mis padres le habían dejado completamente fascinado.

Aturdida y con náuseas, salí de la habitación trastabillando con los muebles. Hice caso omiso de la voz de Linus que me llamaba. Llegué al lavabo e introduje la cabeza debajo del agua fría de la ducha. Apuré una copa de martini que había dejado ahí cuando me di un baño de espuma unas horas antes. Me despejé lo suficiente como para poder pensar, pero sólo podía pensar en una cosa: averiguar si Kellen era mi padre. El primer pensamiento que apareció en mi mente fue acudir a mi madre. Una estupenda idea si no fuera porque está muerta desde hace más de treinta años.

Eternamente vuestra, y completamente descolocada
Pamela

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Diamantes... 4

  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    viernes, enero 26, 2007 8:48:00 p. m.

    Me encantan tus escritos, tienes una imaginación vasallante y un arte para crear exquisito, felicitaciones y has despertado mi interes por probar un martini...

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    viernes, enero 26, 2007 10:25:00 p. m.

    Querido Dante,

    Mis ojos se humedecen al leer palabras tan gratas como las tuyas. Sientan tan inmejorablemente bien al alma como un vestido de Versace al cuerpo. Prueba un buen martini, te gustará.

    Siempre tuya,
    Pamela

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    viernes, enero 26, 2007 10:25:00 p. m.

    En serio me gusto tu blog, la forma en que narras más, sos un personaje real, ¿existe pamela?, son demasiadas interrogantes, exitos en vuestra carrera literaria...

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    viernes, enero 26, 2007 10:26:00 p. m.

    Querido Dante,

    ¡Pues claro que existo! Jajaja, que ocurrencia tan divertida. Soy tan real como el martini que tanto me gusta. Yo también te deseo todos los éxitos que puedas alcanzar.

    Siempre de vos,
    Pamela

     

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