El perdón

jueves, mayo 10


Queridos amigos virtuales,

Estaba aturdida y compungida. Frente a la puerta, con el pomo entre mis gráciles dedos, no conseguía atreverme a entrar. Los duendes de la culpabilidad bailaban con violencia sobre el ala de mi pamela clavándomela en la cabeza para que no pudiera ver con claridad. ¿Había sido accidente o negligencia?, ¿era inocente o culpable? En realidad, esto había ocurrido porque yo distraje a Christopher aunque fuera sin pretenderlo.

Rogué a Christian Dior que me diera el valor que necesitaba y en ese momento sentí que una corriente de fuerza ascendía por mi cuerpo. Giré el pomo y entré. Ella estaba en la cama, con algunos tubos saliendo desde los brazos hasta las botellas de suero o lo que fuera aquello que le estaban introduciendo vía intravenosa, como una araña descansando paciente en su tela. Parecía estar dormida, pero aún así conservaba su extraña aura de irresistible carisma.

Samantha. Qué curiosa era la vida y que giros tan inesperados trazaba en el aire, pues ahora me sentía en deuda con una mujer a la que cada vez que me había cruzado en el camino había detestado hasta límites insospechados. Siempre apareciendo en compañía de mis queridos amigos masculinos para atormentarme con sus armas de mujer y su radiante juventud. Le rocé el dorso de la mano con los dedos. Su piel era blanca como la nieve y suave como el hielo.

Samantha tenía una herida en la cara. Deseé que no le dejara cicatriz al curarse, pues le surcaba el rostro de arriba abajo en una media luna y estropearía su perfecto cutis y su belleza impoluta. No quería ni pensar en cómo se lo tomaría cuándo supiera que había sido por mi culpa.

—¿Pamela? —se había despertado y ahora me miraba con sus incisivos ojos negros. Había cansancio en su mirada.
—Hola. ¿Cómo te encuentras?
—Bien —se desperezó lentamente—. Qué agradable sorpresa, ¿cómo es que estás aquí?
—Tuviste un accidente.
—Sí, lo sé. Me lo han dicho los médicos.
—¿Te han contado algo más?
—Sólo sé que un coche me atropelló. Estaba cruzando la calle para entrar en tu hotel y ya no recuerdo nada más.
—Samantha, verás, he venido porque... —las palabras se me trabaron en la garganta. Se me había quedado seca como el algodón desmaquillante.
—¿Estabas preocupada por mí?
—No. Quiero decir que sí, por supuesto, he estado todo el tiempo en la sala de espera hasta que me han dejado pasar. Pero no es eso lo que quería decir.
—¿Que has estado en la sala de espera? —Samantha abrió los ojos como platos, llena de sorpresa—. ¿Pero cómo te has enterado tan rápido de que estaba aquí?
—Escúchame —noté que los ojos se me humedecían y sabía que pronto el rimel recorrería mi rostro como un río de densa oscuridad—. Lo sabía porque... fue mi limusina la que te atropelló.
—¿Qué? —la cara de Samantha se había quedado como la de una estatua de mármol, totalmente inexpresiva. Me eché a llorar.
—Lo siento, fue culpa mía, distraje a Christopher sin darme cuenta y se saltó el semáforo. Perdóname, por favor, nunca quisimos hacerte daño. Nunca...
—Shhh... —Samantha me hizo callar poniéndome el dedo sobre los labios y con un gesto cariñoso me colocó el pelo detrás de la oreja—. No pasa nada, tranquila. No fue culpa tuya, ¿entiendes? Fue un accidente, eso es todo. Las cosas ocurren —su voz tenía un tono hipnótico que derrochaba compasión y comprensión.

Yo no podía parar de llorar cada vez más y más, como una fuente de colirio en la que cada gota era una perla llena de emociones tan intensas como la luz de las estrellas. Notaba que los labios me temblaban y que los párpados me ardían, mi pecho se convulsionaba arriba y abajo espasmódicamente. Me sentía como una niña pequeña frente a su madre, que la liberaba de la culpa que sentía por haber hecho algo malo. Y lo cierto es que el corazón se me llenó de una gratitud infinita hacia Samantha, necesitaba su perdón y me lo estaba dando sin reservas ni rencores.

El perdón. Cómo puede algo tan etéreo ser tan valioso y necesario, como un diamante hecho de puro sentimiento.

Siempre vuestra,
Pamela

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Diamantes... 4

  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    jueves, mayo 10, 2007 4:44:00 p. m.

    Estimada Pamela,

    Primero decirte que no habido todavia Post tan en sintonia con el mio como el que tu has dejado, expresando tu opinion.

    Con sencillez y elegancia has sabido transmitir senzillas y contundentes ideas.

    Me alegra de verdad.

    Asi como tambien me alegra saber que Samantha te perdona. Es fruto de un amor fraternal. Valora el gesto de ella, y no envidies mas sus vestidos Prada o sus bolsos L.V.

    Besos de Martini Dry

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    viernes, mayo 11, 2007 10:38:00 a. m.

    Querido David,

    Necesito con cada poro de mi ser dejar que mis dedos te comuniquen que me encanta la fuerza con la que te expresas, me resulta sublime y electrizante.

    Debo añadir que nunca envidié los vestidos ni los bolsos de Samantha, pero reconozco que sí me he sentido amenazada en más de una ocasión por su carismática presencia siempre rondando sospechosamente alrededor.

    Querido, dulces besos de martini para ti. Chin-chin.

    Siempre tuya,
    Pamela

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    domingo, mayo 13, 2007 5:00:00 p. m.

    Oh, mi rosada Pamela,

    hoy veo la vida de color de rosa. No es tu web, querida, es la copa de sangría que he puesto delante de mis ojos.

    Cada vez veo que tu mujer araña no es tan mala como creía mi marcapasos, y que mi parte protésico-cibernética me está deshumanizando. Obviamente la sangría no es la culpable.

    Por mi marte te cuento que ya hicimos el susodicho ensayo. Bailé con un hombre muy apuesto, regidor de deporte. Al parecer lleva poco tiempo, así que mis encantos femeninos (iba disfrazado de femme fatale, no pueden descubrir mi identidad masculina) no dieron mucho fruto, a excepción de la cena que tendré con él este domingo. Intentaré robarle las llaves del archivo municipal y me las guardaré en el ligero rojo sangría que llevaré.

    ¿Estaré cometiendo un crímen? Mi estado de embriaguez no me deja verlo muy claro, pero ante la duda mis padrastros se ponen como escarpias.

    siempre rosado, y con el tinto en la mano

    Sangría de Rubíes

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    lunes, mayo 14, 2007 12:41:00 p. m.

    Querido Sangría de Rubíes,

    Cada día me llenas un poco más el corazón de curiosidad.

    Siempre tuya, y siempre rosa
    Pamela

     

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