Rosas afiladas
miércoles, octubre 17
Abrí la puerta de mi habitación y el tacón de mi zapato izquierdo estuvo a punto de hacerme resbalar desconsideradamente. Me agaché y cogí el papel que había pisado. Con letra rápida y desgarbada me decía:
"No sabes lo corta que se me hizo la otra noche contigo. Mi corazón se muere de ganas de verte otra vez. Te espero esta noche en la entrada del internado, a las siete. Tengo una sorpresa para ti. Espero que no faltes, aunque sea en agradecimiento por mi silencio.
"Robert"
Un escalofrío se filtró bajo mis sedosas medias y me recorrió la espalda en zigzag, serpenteó hasta mi mano y sacudió las letras del papel, que volaron un instante por el aire. Después se estrellaron violentamente contra el espejo de la pared guiadas por la fuerza de la intuición, recomponiendo ante mis ojos un mensaje muy distinto al que en apariencia figuraba en la nota:
"Sabes que la otra noche no me diste tiempo a cobrar el precio de mi silencio, así que me muero de ganas de verte otra vez. Esta noche a las siete saldaremos tu cuenta en la entrada del internado. Pagarás con tu corazón. Espero que no faltes o tendré que darte una sorpresa.
"Robert"
Me quedé boquiabierta y me senté en la orilla de la cama. No sabía qué pensar. La misiva de Robert parecía contener el mensaje que habita en el corazón del amante infiel que únicamente desea apagar el fuego de su deseo. Aparentemente transparente cual Dry Martini. Pero entonces ¿qué era lo que hacía que las letras formaran bajo mis infinitas pestañas ese otro mensaje tan desagradable?
Si algo había aprendido en este último año, queridos, era que no debía despreciarse el poder de la intuición. Esa sabiduría provenía de algún lugar escondido entre el corazón y mi pamela, y por Christian Dior que eso es tan cierto como que cada día la epidermis necesita hidratación.
Pausadamente paseé por mi habitación, alargué despreocupadamente la mano y acaricié la rosa roja que adornaba el jarrón de la entrada.
No me quedaba más remedio. Iría a la cita, pero arropada por el aroma de la cautela.
Sinceramente vuestra, y desasosegada
Pamela
Etiquetas: Mi vida
viernes, octubre 19, 2007 7:18:00 p. m.
Tiran más dos tetas que dos carretas