Operación tirabuzones rubios

lunes, octubre 29


Queridos amigos virtuales,

Robert aguardaba tras la puerta de la sala en la que se celebraba la reunión de la AOGA. Cuando todas las socias hubieron salido, se acercó a Wendy en silencio y le susurró su nombre al oído.

—¡Robert, no le había visto! —Wendy, sobresaltada, se llevó la mano al cuello con recato.
—Mis disculpas, no pretendía asustarla.
—No ha sido nada, tranquilo. ¿Quería algo?
—Wendy, necesito hablar con usted, es urgente —susurró en voz baja, mirando hacia los lados como si vigilara si había alguien mirando—, pero no aquí. ¿Puedo verla esta tarde en un lugar más discreto?
—Sí, claro —Wendy parecía descolocada ante la actitud de Robert, que la miraba con más fijeza de lo habitual—. ¿A la hora del té en la cafetería le parece bien?
—Perfecto. Pero...
—¿Sí?
—Me preguntaba... No, déjelo, es una tontería.
—No sea tímido, dígame.
—Me preguntaba si sería posible que viniera a verme a mi despacho. Soy consciente de que no es correcto que nos quedemos a solas, estando casados, pero hace tiempo que quiero enseñarle una cosa que tengo allí, y será sólo un momento —al principio Wendy se ruborizó, escandalizada, pero presa de su hambrienta curiosidad y de su vanidosa naturaleza, no pudo rechazar la proposición.
—Bueno, si es sólo un momento no creo que tenga nada de malo —rió con pudor, cubriéndose la boca con la mano—. Le encontraré allí. Discúlpeme, ahora debo marcharme. Hay cosas que no pueden esperar, y como siempre digo, no se debe dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy.
—Hasta esta tarde, Wendy, y gracias —mientras se marchaba, a Robert le pareció ver un brillo distinto en los grandes ojos de la mujer.

Cinco horas después aproximadamente, Wendy entraba por la puerta del despacho del guardia. Aunque se mostraba serena, a Robert le pareció que debía estar nerviosa, por la insistencia con que se retorcía las manos.

—Ah, puntual como un reloj —por cómo sonrió, era evidente que su comentario la había hecho sentir halagada.
—¿Qué era lo que quería enseñarme?
—Verá... —no dijo más, tan sólo se quedó mirándola fijamente, en silencio, como si sufriera un terrible conflicto interior. Sólo cuando Wendy empezó a sentirse visiblemente incómoda, continuó—: Debo confesarle que le he mentido, lo cierto es que no quería enseñarle nada.
—¿Qué? —antes de que pudiera moverse siquiera, el guardia se puso delante de la puerta para que ella no se pudiera ir—. ¿Qué significa esto?
—Le ruego que me perdone, Wendy, pero no sabía qué hacer ni a quién acudir —cayó de rodillas, tembloroso—. Hace semanas que no puedo dormir a causa de los terribles remordimientos que me atormentan. Ya no puedo más. Tengo que confesárselo.
—Confesarme... ¿el qué? —Wendy estaba tan sorprendida que ni siquiera parpadeaba.
—Que ya no puedo pensar en otra cosa que en sus tirabuzones rubios y su blanca piel. Que acudo a la capilla cuatro veces al día para rogar a Dios que me ayude a olvidar sus rosados labios y su forma de vestir, pero no lo consigo, Wendy, ¡no lo consigo! ¿Qué debo hacer? ¡Dígamelo! Dios sabe que quiero a mi mujer y que soy feliz a su lado.
—Robert... —Wendy se quedó literalmente sin palabras.
—Incluso me acerqué a Pamela con la esperanza de averiguar más cosas sobre usted, como las he visto juntas últimamente y son amigas de la infancia...
—¡¿Qué?! ¿Por eso estaba con ella la noche pasada? Qué terrible error...
—¿Error?
—Error... —Wendy se quedó pensativa durante un instante, luego miró con ternura a Robert—. Sí, ha sido un error venir a verle. Lo siento, pero no debemos vernos más. Lo mejor es que hable con el padre Dermot. Él le ayudará. Adios, Robert.

Wendy salió por la puerta con pasos acelerados que le daban un aire dramático, posiblemente acompañada por un ego tan grande como su vanidad, mientras Robert, con tranquilidad, cogía el teléfono y marcaba mi número para contármelo todo.

Siempre vuestra, y satisfecha de que los planes salgan bien
Pamela

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Diamantes... 2

  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    martes, diciembre 25, 2007 10:36:00 p. m.

    Oh, mi rosada Pamela,

    estupefacto dejado me ha tu último relato, dado que lo explicas de forma que parece haberlo presenciado todo desde la regilla del aire acondicionado. Obviamente una asangriada idea como esconderse en el conducto de la ventilación no es digno de tí.

    Por mi parte, esta mañana me he levantado mientras intentaba arrastrar todas mis prótesis conmigo. Al entrar en el lavabo todo el espejo estaba ensangrentado. Oh, Pamela, se me ponen los padrastos como escarpias con tan solo recordar la escena. No obstante, un olor obviamente reconocible me dijo que había algo escondido en todo ello. Acerqué mi olfato biónico y detecté que, efectivamente, se trataba de sangría. Mi visión acabó de corroborármelo. Conecté mis retinas de titanio y pronto mis ojos se tornaron rojos. Había activado mi "Visión Sangría". Apresuradamente leí el mensaje que había escondido en el espejo.

    "NO VUELVAS A ABANDONARME NUNCA MÁS"

    Siempre rosado, y con visión Sangría,

    NeoSangría de Rubíes

    PD: sé a 29 de octubre es aun algo pronto para las felicitar la navidad, pero no obstante mi reloj bionico-tinto me dice que debo hacerlo.

    Las frutitas de Sangría te deseamos Feliz Navidad!!!

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    lunes, enero 14, 2008 2:41:00 p. m.

    Querido Sangría de Rubíes,

    Debo confesarte que no me escondí en el aire acondicionado para poder ver todo lo que sucedió, sino que fue Robert quien con gran elocuencia me lo transmitió con todo lujo de detalles. Delicioso, querido. Satisfizo mi curiosidad con gran maestría.

    Feliz Navidad futura a ti también.

    Siempre tuya,
    Pamela

     

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