Ángel de la guarda

viernes, febrero 22


Queridos amigos virtuales,

Tras tomarme declaración sobre lo sucedido, salí de la sala y me senté en el primer banco que encontré en el recibidor. La comisaría era un hervidero de gente que iba y venía, pero yo me sentía como un espectro de una realidad paralela que nada tenía que ver con el mundo real. Lo único que me recordaba que estaba en el plano físico era el dolor del golpe que me había dado al desmayarme. Pero el golpe que había sufrido en el alma me dolía infinitamente más. Intenté no llorar por todos los medios, pero tenía en los ojos una cortina de lágrimas que no tardaría en derramarse.

Por mucho que lo intentaba, no conseguía entenderlo. S. Nouveau era el nombre de la persona que había comprado el anillo, el nombre de mi admirador secreto. ¿Pero por qué Samantha haría una cosa así?, ¿para reírse de mí como Christopher y Alessandro?, ¿para hundirme?

Hice un repaso mental de los pasos de Samantha desde que apareciera en mi club social, hacía más de un año, y ahora lo veía claro. Lo había planeado todo desde el principio, tejiendo meticulosa como una araña, preparando su tela con paciencia para atraparme cual mariposa indefensa, aprovechándose de mi cándida ingenuidad. Por eso siempre se había acercado a mis amigos y aparecía en los lugares que yo solía frecuentar. Poco a poco logrando que confiara en ella, para después destruirme por Dior sabe qué motivo. Pero su plan había fallado, y gracias a mis virtudes para el espionaje el final de esta historia sería otro muy distinto al que ella esperaba.

– ¡Pamela! –gritó una voz.
– ¡Václav! –grité mientras me lanzaba a sus brazos y me echaba a llorar. No puedo describir el alivio y el consuelo que me proporcionaron sus brazos, cuya fuerza noté incluso a través del abrigo.
– ¿Por qué lloras? –me preguntó nervioso mientras rodeaba mi cara con sus grandes manos, fijando en mis ojos los suyos–, ¿estás bien?, ¿tener daño?
– No –respondí con una leve sonrisa ante el placer de saber que alguien se preocupaba por mí–. Bueno, un poco, pero nada importante. ¿Pero cómo has...? ¡¿Qué haces aquí?!
– Fui a la tienda y decir lo que pasó. Venir aquí después.
– ¡Oh, gracias, gracias, gracias! ¡No sabes cuánto necesitaba ver una cara amiga! –Le besé afectuosamente en la mejilla y le abracé otra vez. Entonces me di cuenta de que prácticamente éramos desconocidos y me aparté, aunque era tarde para que mis mejillas no se tiñeran del color de mi pintalabios. Avergonzada, bajé la vista al suelo–. Qué amable de tu parte. Querido, no sé cómo agradecerte que estés aquí.
– Yo sé. –De nuevo su sonrisa pícara me arrancó una carcajada.
– A ver, cómo.
– Yo llevarte a hotel.
– No sé qué habré hecho para merecer un ángel de la guarda, pero doy gracias al cielo.
– ¿Qué?
– Nada, querido, que acepto.

Salimos de la comisaría y fuimos hasta una motocicleta aparcada cerca de allí. De repente me puse nerviosa ante la idea de montar en moto por primera vez. Él se dio cuenta y me tranquilizó, alegando que no me preocupara, que era de lo más sencillo, pero el hormigueo que sentía decidió que no quería abandonar el nuevo hogar que había encontrado dentro de mí. Haciéndole caso omiso, me quité la pamela y deshice el recogido que llevaba para poder ponerme el casco.

Cuando arrancó, pensé que acabaría hecha un ovillo de piernas y tacones sobre el asfalto, pero Václav me cogió las manos anudando mis brazos alrededor de su torso, al que me agarré con todas mis fuerzas. A pesar del miedo, no pude evitar ruborizarme de nuevo ante el contacto de mi cuerpo con su amplia espalda.

Y, en unos minutos, llegamos al hotel en el que me hospedaba.

Incansablemente vuestra, y agradecida
Pamela

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Diamantes... 3

  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    jueves, mayo 22, 2008 1:49:00 a. m.

    ¡Mi querida niña!

    Esta noche me siento un poco más cercana a ti que nunca, acabo de hacer algo que tiempo atrás ni se me hubiera antojado hacer. Son casi la una de la mañana y la verdad es que ya llevaba rato intentando conciliar el sueño, pero no había manera de que Morfeo me acogiera en su seno. Así que me he puesto a pensar en las cosas que he hecho en el día de hoy, todo de lo más normal exceptuando la clase de cocina.

    Hoy he enseñado ha hacer mi merengue de vainilla con frutos del bosque, la verdad es que la receta ha sido un desastre, a excepción del mío creo que no ha quedado en pie ningún otro, eso sí, la pequeña escaramuza que hemos organizado nos ha hecho disfrutar y reír durante un buen rato, aunque cuando han llegado las cuidadoras la reprimenda ha sido severa.

    Se nos ha hecho muy tarde y para cuando hemos acabado de dejarlo todo impecable y reluciente he podido dirigirme a la sala de ordenadores. Allí me he puesto a consultar tu diario pero antes de acabar tu relato ya nos llamaban a cenar. Así que no he podido contestar lo que en aquel momento me ha sobrecogido.

    Así que a esta hora de la madrugada y gracias al impulso que me has ido transmitiendo relato tras relato he decidido levantarme de mi cama, salir a hurtadillas de mi estancia y siendo extremadamente sigilosa acercarme a la sala de ordenadores.

    No sabes lo viva que me siento por hacer todo esto, solo el llegar hasta aquí y sentir lo que estoy sintiendo me esta valiendo la pena.

    Y es que te quería comentar el gran placer que ha sido para mi leer tu nuevo relato, sin proponértelo tu relato a traído a mi presente recuerdos de un pasado que ya casi ni tenia en cuenta.

    Recuerdo con nostalgia la primera vez que yo misma me monté en una motocicleta… Recuerdo como si fuera ayer aquel día, como si un muro invisible se hubiera roto y ahora me permitiera ver con toda claridad aquel día de mi pasado… aunque no puedo recodar la fecha exacta, ni siquiera el año, logro ubicarlo en una primavera a finales de los años cuarenta…

    Yo me encontraba en el jardín de nuestra villa en Chevenay, estaba recostada en una hamaca al lado del pequeño estanque que Jean-Pierre, mi marido, había hecho instalar ese mismo invierno. Recuerdo que estaba leyendo, o como mínimo lo intentaba ya que la encantadora cantinela de los pájaros de mí alrededor así como el incomparable perfume de las flores de aquellos parajes me habían seducido y transportado a un mundo imaginario… Cuando de pronto un sonido ensordecedor, un sonido horrible y estruendoso resonó por toda la villa. El sonido se acercaba, era inconfundible que cada vez estaba más y más cerca cuando de pronto cesó.

    Una de las criadas vino rápidamente a buscarme, algo pasaba con el señor. Yo exaltada la seguí y cuando llegamos a la entrada principal de la mansión allí estaba él, Jean-Pierre, quitándose sus guantes de piel de conejo y sus gafas de motorista… No puedo dejar de reír ahora al recordar su aspecto en aquel instante.

    Jean-Pierre me mostró su ultima adquisición, una moto con sidecar, aquel vehiculo horrendo que sin previo aviso se había comprado, para variar siempre hacia y deshacía sin tenerme en cuenta, y entonces insistió para que me subiera, yo me negué, pero Jean-Pierre consiguió convencerme ya que según él me tenia una pequeña sorpresa esperándome en algún lugar.

    Subí a regañadientes a aquella maquina estruendosa y nos pusimos en marcha sin yo saber a donde me llevaba. Tuve que agarrar con firmeza mi estilizada pamela para que el viento no se me la llevase, aquella horrenda maquina corría como mil demonios… que ingenua en aquel entonces creía que aquello era velocidad, ahora se que no lo era.

    Cuando de repente llegamos a los jardines de Versalles, nos estaban esperando unos sirvientes que nos acompañaron por un recorrido en los jardines. Fue algo increíble mi niña, una estampa que ni mis ojos ni olfato llegaran a olvidar jamás.

    Y como colofón en una de las partes mas abiertas del los jardines una pequeña orquesta toco para nosotros, solo fueron unas cuantas piezas de Vals, mis preferidas, Jean-Pierre siempre sabia como sosegarme, como seducirme, como calmarme y la verdad es que esta vez se supero con creces. Y obtuvo lo que buscaba ni una sola reprimenda por la compra de su nuevo juguetito. Pero dime pequeña, ¿Qué habrías hecho tú en mi situación?

    Que tiempos aquellos… forman parte de los más felices de mi vida…

    Ahora solo me queda decirte que tengas cuidado, no te fíes de nada ni de nadie, ni de esa Samantha y de ese Václav, ya que la cara buena de hoy puede ser la cara del mal de mañana.

    Y dicho esto creo que ya llega el turno de irme a la cama, el cansancio me vence y creo que justamente si no podía dormir es porque al día de hoy le faltaba justamente esta acción, así que una vez concluida La Marquesa vuelve a su estancia a descansar.

    Que pases buenas noches, mi niña, dulces sueños con todo mi afecto, La Marquesa.

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    viernes, mayo 23, 2008 2:15:00 p. m.

    Muy querida Marquesa,

    No puedo evitar sentir en ti un posible reflejo de una de mis realidades futuras, cuando el transcurso de los años me lleve hasta el dorado ocaso de mis días.

    Exiguas son las palabras que brotan de mis dedos para expresar lo que siento cuando veo que mis relatos se han convertido en emociones reales de tu vida presente. Creo que es la mayor de las aspiraciones a las que con este humilde diario, íntimo y personal, podía aspirar. Siento que mi vida se entrelaza con la tuya de una forma sutil pero contundente y que los caminos son, a parte de misteriosos, un cúmulo de inesperadas consecuencias en las que el más mínimo efecto mariposa se puede convertir en un ciclón de colores maravillosos.

    Tus recuerdos son deliciosos, querida Marquesa, y si yo fuera tú, me apresuraría a inmortalizarlos sin prisa pero sin pausa, para que tan intensas vivencias no ardan nunca en el fuego del olvido.

    Sintiendo la cercanía de tus letras, y afortunada
    Pamela

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    viernes, mayo 23, 2008 2:25:00 p. m.

    Querida Marquesa,

    Olvidé agradecerte explícitamente que hayas tenido el detalle de narrarme una de tus aventuras de juventud con la que tanto me he deleitado estos minutos.

    Decirte, por último, que no padezcas por mí, pues aunque sé que tu experiencia es mayor que la mía y por ello debe ser tenida en cuenta, prefiero seguir confiando en las personas y arriesgarme al dolor, antes que encerrarme en la coraza protectora del recelo y no sentir nada. Al menos, por el momento.

    Siempre tuya,
    Pamela

     

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