Jota de picas

martes, abril 22


Queridos amigos virtuales,

Una vez más estaba releyendo la carta de Václav. Al leerla una energía especial emanaba de sus letras para deslizarse a través de mis venas. Por eso, cual vampiresa insaciable, había decidido leerla cada mañana hasta agotarla por entero. Salía del ascensor con mis ojos posados en el papel, cuando escuché en la recepción del hotel una voz que me resultó familiar, aunque estaba tan absorta en mi lectura que no le presté atención.

– Le repito que busco a esa señorita –dijo la voz–. Somos amigos.
– Lo lamento de nuevo, caballero, pero no puedo darle esa información –respondió el bien adiestrado recepcionista, en un tono firme pero cordial–. Si lo desea puede dejarle un mensaje que con mucho gusto yo mismo le haré llegar.
– Es que no deseo dejarle ningún mensaje, lo que deseo es verla personalmente. Oiga, ¿y no le parece que podríamos llegar a algún tipo de acuerdo que resultase beneficioso para los dos? Usted ya me entiende.
– Lo lamento, pero no es posible, señor –respondió educadamente el recepcionista. Estaba exquisitamente aleccionado, cosa que me hubiera proporcionado una gran satisfacción de no haber estado absorta en mis cosas.
– Está bien –dijo el otro hombre justo cuando yo pasaba detrás de él, de camino a la salida del hotel–, entonces le dejaré un mensaje.
– Usted dirá, caballero.
Bellísima Pamela –comenzó a dictar con acento italiano. Al escuchar mi nombre, regresé a la realidad y en un milisegundo procesé toda la información que, inconscientemente, habían captado mis oídos.
– ¿James? –pregunté al reconocer la voz.
– ¡Pamela!
– ¿Pero, pero, qué hace usted aquí? –balbuceé.
– Había venido a verla pero, lamentablemente –indicó, mirando con énfasis al recepcionista–, no sabía dónde localizarla.
– No se lo tenga en cuenta, Peter sólo hace su trabajo –dije–. El servicio tiene órdenes de no proporcionar información sobre mi persona. Ya sabe, cuestiones de seguridad.
– Vaya, no sabía que la dama que ven mis ojos fuera una persona tan importante –apuntó James con cierto deje de ironía.
– Una señorita debe saber cuidarse sola, ¿no cree?
– ¿Sola?, lo está porque usted quiere. Si me lo permitiese yo la acompañaría donde fuera necesario, de esa manera no necesitaría seguridad. Es más, se me ocurre una idea: si lo desea puede disponer de mí para acompañarla toda la mañana.
– ¿Y quién me protegería de usted?
– ¿De mí? –preguntó con ingenuidad, acompañando su gesto de un gracioso parpadeo–. De mí no necesita protegerse –añadió, cogiéndome la mano para deslizar sobre su dorso un delicado beso. Estaba tan pasmada todavía por el fortuito encuentro que no se me ocurrió guardar la carta de Václav, y cuando quise darme cuenta ya estaba en las largas manos de James–. ¿Qué tenemos aquí?
– Devuélvame ese papel ahora mismo –ordené tajantemente. Un violento torbellino se generó en mi caja torácica y ganaba velocidad por momentos–. Ahora.
– ¡¿Una carta de amor?! –Evidentemente, James no podía creer la suerte que tenía.
– He dicho ahora. No pienso repetirlo.
– Con una condición, que me permita acompañarla toda la mañana.
– ¿Cree que me he vuelto loca?
– Está bien, como guste.
– Ni se le ocurra. –James hizo ademán de ponerse a leer en alto la carta. ¡Allí, delante de todo el mundo! Mi torbellino interior se hizo tan insoportable que estuve a punto de coger un jarrón para estamparlo en su enorme cabeza y dejarle inconsciente. Al final recapacité y me pareció que hubiera sido una medida un tanto drástica por mi parte, sobretodo estando en la concurrida recepción de mi propio hotel. No hubiera dado muy buena imagen, así que invertí todas mis energías en serenarme y pensar una solución más inteligente–. Peter, llame a seguridad, por favor. Ellos acompañarán al señor James a la salida. –El recepcionista llamó por teléfono inmediatamente.
– ¿Seguridad?, ¿está segura? –James sonrió malévolamente–. Dear Pamela –leyó en voz alta cual actor de teatro, en el tono más edulcorado con que fue capaz de impregnar su lengua y meciendo la mano en el aire con dramatismo. La gente comenzó a prestarle atención–. Vaya, tendré que traducirla para nuestro público, ¿no le parece? Mis manos no habrían roto palabras salidas de tus manos sin haberlas leído antes. ¡Oh, pero qué poético! Me hiciste daño, es verdad...
– ¡Basta!
– Ah, ah –negó con el dedo. La rabia que sentí me hizo pensar en lanzarme cual tigresa para arrancarle la carta de la mano pero, a parte de que perdería todo el glamour frente a mis empleados, corría el riesgo de que se rasgara, así que me contuve–. Me hiciste daño, es verdad, pero sabía que en algún momento mis preguntas serían respondidas, y así se ha confirmado cuando llegó tu carta. Esto se pone interesante. En el fondo...
– ¡Está bien! –grité. Si le dejaba continuar, leería la carta entera antes de que llegaran los agentes de seguridad.
– ¿Qué?
– Usted gana. Peter, cancele el aviso.
– ¿Está segura? –me preguntó el recepcionista.
– Sí.
– Cuánto me alegra oír eso –afirmó James–. Acertada decisión.
– No sé cómo lo logra, pero siempre consigue superarse. Cuando creo que no podría resultar más insoportable, aparece para quitarme la razón.
– Es todo un halago por su parte. Yo también la adoro.
– ¡Oh! –gruñí desesperada mientras echaba a caminar taconeando con fuerza.
– Ah, ¿nos vamos ya?

Con una grandiosa sonrisa en la cara, James me devolvió la carta y me brindó su brazo de camino a la salida del hotel, brazo que evidentemente rechacé. Aprovechando mi enfado, apresuré el paso para llegar antes que él a la limusina. Cuando James alcanzó la puerta, me di el gigantesco placer de echar el seguro en sus narices. Indiqué a mi chofer que arrancara y sólo bajé la ventanilla para darle tiempo a ver mi amplia sonrisa alejarse llena de una inconmensurable satisfacción.

James, solo en la calle, se puso a reír a carcajadas.

Sonrientemente vuestra,
Pamela

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Diamantes... 2

  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    lunes, noviembre 17, 2008 12:31:00 p. m.

    A mí querida niña.

    No alcanzo a recordar la ultima vez que me deje embriagar por tus relatos, dada mi larga ausencia de mi querido país natal.

    Te he tenido presente todo este tiempo pero unas vivencias muy intensas y encantadoras habían tomado el rumbo de mi vida.

    Después de mi último comentario en tu maravilloso diario y de imprevisto una de mis mejores amigas, Charlot, una buena amiga desde mi más tierna juventud, enfermó gravemente... Así que no lo dude ni por un instante, cogí mi maleta y me dispuse a visitarla en el Hospital.

    Una vez allí la acompañé en su estancia hasta que un magnifico día le dieron el alta medica. Pero no contenta con aquellos días que habíamos compartido decidí pasar con ella su recuperación.

    Charlot estaba encantada de que pudiéramos reencontrarnos después de tanto tiempo, de poder disfrutar la una de la otra, así que nos dirigimos a una preciosa villa que Charlot poseía en la Toscana.

    Allí compartimos su recuperación, unos días magníficos, que poco me esperaba ya poder disfrutar a mi edad, allí nos redescubrimos la una a la otra, disfrutamos de los preciosos parajes que aquella región nos brindaba, mientras la recuperación de Charlot parecía ir por buen camino, más larga de lo prevista, pero parecía que todo iba a concluir con un buen final, me entristece pensar que todo haya concluido con un final algo inesperado...

    De nuevo la vida vuelve a depararme sorpresas inesperadas, que no tardaré en contarte mi pequeña, de momento solo decirte esto, que vuelvo a vivir aquí, con ganas de volver a deleitarme con tan jugosos relatos y en medida de lo posible poder ofrecerte mis más sinceras palabras.

    Con un bello recuerdo, y una inmensa melancolía, La Marquesa.

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    miércoles, noviembre 19, 2008 2:50:00 p. m.

    ¡Querida Marquesa!

    Espero que lo sucedido a tu amiga Charlot no sea nada grave, sería un gran fastidio. Has hecho bien, aprovecha todo el tiempo que puedas con ella porque luego no sabes de cuánto tiempo más podrás disponer. Esa es una de las trampas de la vida. Yo también tuve una gran amiga, pero la perdí, no supe valorar el tiempo que pasaba con ella. Algún día contaré esa historia en mi diario íntimo y personal, estoy segura.

    ¿Una villa en la Toscana? Querida, no sé si lo sabes, pero mi querido Ambrosio está en Villa Lucchesia, en Lucca, ¿podría ser por una maravillosa casualidad del destino Charlot y Ambrosio hayan coincidido en el mismo lugar? No, claro que no, sería una casualidad demasiado inverosímil hasta para mi persona, pero es grato dar rienda suelta a nuestra fantasía de vez en cuando.

    Sin más dilación, me retiro hasta tu próxima intervención.

    Siempre tuya,
    Pamela

     

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