Christopher, mi guardaespaldas
martes, mayo 23
Ayer tuve la entrevista con los aspirantes a ser mi guardaespaldas personal. Tras el desagradable descubrimiento del acecho de Alfred, al que vi apostado esperándome en la puerta de mi hotel, el miedo ha impulsado mis alas para que tomara la iniciativa de rodearme de alguien especial que me hiciera sentir segura. Alguien con unos músculos fuertes y dotado de un carácter impetuoso que pudiera tomar las riendas de la situación en caso de ponerse peliaguda.
Tal privilegio no podía ser concedido a cualquiera, así que me propuse hacer un concienzudo examen de los aspirantes para que nada se me pasara por alto. Las conocidas que me los habían recomendado daban muy buenas referencias de ellos. Según me habían dicho, proporcionaban un servicio excelente además de un trato adecuado para una persona de categoría. Pero cuando le vi entrar por la puerta, supe que había subestimado el criterio de mis conocidas. No me había imaginado hasta qué punto ese trato podía ser caballeroso, exquisito, elegante y, además, masculino y viril.
Él fue el último en entrar en la sala del hotel en la que preparé la entrevista, y cuando se acercó a mí con tanta seguridad y me besó la mano con cortesía, noté como el calor recorría mi cuerpo como una ola hasta romper en mis mejillas. Desde ese momento supe que él sería mi guardaespaldas, pero me obligué a no precipitarme y continué con el proceso de selección, aunque no podía escuchar nada que no saliera de su boca.
Se llamaba Christopher y era guardaespaldas profesional, aunque me dijo que durante muchos años se había dedicado a la equitación, concretamente a la doma de caballos. Sólo con imaginármelo sobre su montura en una tarde de verano mostrando su imponente torso, creí que iba a desfallecer allí mismo. Sin querer me sentí rodeada por sus fuertes brazos, envuelta por su espalda, y me vi montada sobre su caballo como si estuviera en una teleserie venezolana. Aturdida, me obligué a recuperar la razón.
No podía dar aquel espectáculo. Soy una dama y tenía que comportarme como tal. Pero queridos, me hacía sentir tan femenina que un incontenible torrente se apoderaba de mí cada vez que le miraba a los ojos.
Haciendo acopio de todas las fuerzas que fui capaz de reunir, superé aquella dura prueba que el destino me había impuesto. Entre ruborizada y trastornada, sin siquiera saber qué decía, le ofrecí el puesto. Aceptó encantado, dibujando una sonrisa en el rostro.
Mañana mismo se pondrá a mi servicio. Además de protegerme, será mi chauffeur.
Eternamente tuya desde hoy, mi Christopher
Pamela
Etiquetas: Christopher, Mi vida
martes, mayo 23, 2006 3:18:00 p. m.
que suerte tienes de encontrarte siempre con hombres tan masculinos e interesantes, oye no seas tan acaparadora deja un poco para los demás!! ;P
p.d: m encanta tu blog