El sueño de Alessandro
viernes, abril 27
Queridos amigos virtuales,
Aunque Alessandro ya casi estaba totalmente recuperado de su esguince, me dejé llevar por las misteriosas corrientes del mar de la vida y me planté de nuevo con mi cola de sirena y mis joyas de coral frente la puerta de su loft. Mientras el sonido del timbre se disipaba en el aire, miré a Christopher, que sonreía posiblemente ante la idea de volver a ver a Alessandro, ya que desde el otro día la amistad que había entre ellos había crecido a una velocidad tan vertiginosa como el escote de mi Versace azul celeste, y ello me satisfacía notablemente.
Alessandro abrió la puerta, ya sin muletas, vestido con su corto batín como de costumbre, indumentaria que al parecer adoraba lucir cuando estaba en casa. Entramos y mi barman nos propuso ver otro film, esta vez titulado “Una rubia muy legal”. Yo no conocía tal película, pero acepté gustosa confiando en su criterio.
Sentados los tres en el sofá, Alessandro entre Christopher y yo, comenzamos a ver la película con un delicioso cóctel en la mano. Elle Woods, la jovencita rubia que protagonizaba el film, sencillamente me dejó sin aliento, me cautivó desde el momento en que se adentró en mi mente a través de mis pupilas y mis oídos. Me transmitió una energía positiva desbordante que resultaba tan natural para ella como respirar para los demás. Una personalidad tan invulnerable a la opinión del prójimo, arropada por una generosidad y una bondad nada habituales, la hacían una persona tan sumamente especial y arrolladora que por allá donde pisaban sus exquisitos zapatos de tacón provocaba reacciones de fuerte intensidad, pero creo que no tanto por su forma de ser como por el contraste de ésta con su entorno, un entorno más predispuesto a la negatividad, el prejuicio y la desconfianza, de mente cerrada, de fe extinta, incapaz de creer que una persona de tales características existiera. En algunos aspectos debo admitir que me sentí identificada, a mí también me fascina el color rosa, queridos, y creo que quién afirme que el naranja es el nuevo rosa está chiflado. ¡Qué deliciosa afirmación! En varias ocasiones reí hasta derramar mis lágrimas.
De nuevo Alessandro comenzó su interesante juego durante la reproducción del film. Pequeños movimientos prácticamente imperceptibles que le llevaban a acercarse milímetro a milímetro hacia mí y que, finalmente, le llevaron a poner su cuerpo moreno en contacto con el mío. Queridos, no ignoréis nunca el poder de la sutilidad, porque a menudo lo sutil es muchísimo más poderoso que lo evidente, y una caricia o el simple roce de una respiración próxima a un hombro desnudo son capaces de erizar toda la piel del cuerpo en un silencioso aquelarre de lujuriosos duendes de una forma que nunca sospecharías que fueran capaces.
Cuando sentí la suave piel del dorso de la mano de Alessandro rozar mi pierna hice como si no me hubiera dado cuenta de nada, pero en mi interior una explosión de calor nació en el centro de mi ser y se extendió como la onda expansiva de una bomba que acabara de estallar. Los dedos de su masculino pie rozaron el mío en un aparentemente accidental movimiento. Sus brillantes rizos negros rozaron mi hombro cuando inclinó la cabeza hacia a mí.
Entonces la película terminó y se vio obligado a recuperar la compostura cuando Christopher empezó a hablarle. A todos nos había gustado y nos había parecido de lo más encantadora y divertida, definitivamente Elle Woods nos había conquistado irremisiblemente.
Hablamos de todo un poco y Alessandro se fue entonces a su habitación. Cuando volvió, el tono de mi piel debió tornarse como el del sol del atardecer y el calor que sentí en mis adentros debía ser como el de sus tormentas, me atraganté con el martini y a punto estuve de asfixiarme. Alessandro llevaba el batín abierto y lucía un slip blanco totalmente escandaloso. Quería saber nuestra opinión acerca de la ropa interior que se había comprado antes de hacerse el esguince.
Como comprenderéis, queridos, Christopher y yo nos miramos con cara de total estupefacción, pero ante la natural actitud de Alessandro optamos por responder con igual naturalidad. La ropa interior, siendo objetiva, le quedaba estupendamente en su estilizado cuerpo y contrastaba perfectamente contra su suave piel morena. Comenzó entonces lo que podía haber sido un pase de modelo de ropa interior, y con cada prenda que nos mostraba yo me notaba un poco más sofocada, abochornada y aturdida bajo la mirada de sus hechiceros ojos negros. Blanco, rojo, amarillo, negro, azul... Su actitud despreocupada e inocente, totalmente carente de cualquier carga sexual, de ninguna manera podía evitar que fuera de lo más sexy. Desde luego, si alguien me contara todo esto me costaría mucho trabajo creerlo, pero queridos, os puedo asegurar que por mucho que no quiera creerlo así fue y así sucedió, y Christopher estaba de testigo.
Finalizado el pase de modelo, reanudamos la conversación entre los tres. Las horas pasaron y cenamos en su deliciosa terraza a la luz de las velas, tras lo cual continuamos charlando más y más. Sin darnos cuenta se hizo bastante tarde, y Christopher nos dijo que aunque lo estaba pasando de maravilla debía marcharse, rehusando el ofrecimiento de Alessandro a quedarse a dormir en su otra cama. Nos quedamos a solas.
—Venga, Pamela, ¿qué te apetece beber?
—Ya he bebido suficiente durante la cena, gracias.
—Uy, claro que no, ¿qué tal un vino tinto?, ¿o prefieres que te prepare algún cóctel en especial? Esta noche voy a emborracharte —rió. Me dejaba alucinada la tranquilidad con la que afirmaba lo que le apetecía amparándose en su total naturalidad, como quién dice que mañana va de compras en busca de un Armani.
—Querido, no pienso beber ni una gota de alcohol más que tú, así que si yo acabo bebida, probablemente tú lo acabarás más —ahora reí yo.
—¿Te apetece un cosmopolitan entonces?
—Delicioso. Ya sabes que me encanta —preparó dos cosmopolitan y se sentó de nuevo.
—¿Entonces te ha gustado la película?
—Me ha encantado —confirmé.
—Me acordé de ti la primera vez que la vi.
—¿Ah, sí?
—Sí, tienes muchas cosas en común con la protagonista. Quizá tú no te des cuenta...
—¿Por ejemplo?
—A ambas os vuelve locas el rosa y tenéis algo especial.
—¿Algo especial?
—Es increíble cómo puede gustaros tanto el rosa —parecía ignorar lo que le había preguntado—. Pamela, estoy muy cansado porque me he pasado todo el día haciendo ejercicio para recuperar un poco la forma, ya que desde que me hice el esguince no he podido ir al gimnasio, ¿te importa si continuamos la conversación en la cama? —si eso lo hubiera dicho cualquier otra persona, hubiera sonado vulgar e incluso lascivo, pero su naturalidad le permitía decir cosas como esa como si no tuvieran la menor importancia ni tuvieran la menor intención. No me pasó desapercibida la maestría con la que había transformado su invitación a dormir en camas separadas a dormir en la misma cama.
—No, en absoluto —entonces mi móvil empezó a reclamarme con su melodiosa voz—. ¿Quién será a estas horas? —Era Christopher, descolgué—. ¿Sí?
—Pamela, olvidé preguntarte a qué hora querías que pasara mañana a recogerte.
—Ah, es cierto, querido. A las diez está bien.
—Muy bien. Entonces hasta las diez. Por cierto, dile a Alessandro que hoy olvidé llevarle los folletos de la hípica que me pidió para su novia, pero que mañana se los llevo sin falta —la palabra novia impactó en mis neuronas con el efecto de un terremoto devastador.
—Muy bien, yo se lo digo. Buenas noches, Christopher.
—Hasta mañana, Pamela.
Resulta que Alessandro tenía novia y mucho se había reservado de que yo lo supiera. Claro que, pensándolo bien, no tenía por qué decírmelo, nosotros sólo éramos amigos o compañeros de hotel.
Llegamos a su habitación y colocó pequeñas velas porque su luz era más tenue y además se apagarían solas si nos quedábamos dormidos mientras hablábamos. Evidentemente, para Alessandro todo tenía su plausible explicación, exenta de toda segunda intención. Tras los primeros momentos de tensión y unos minutos de conversación, me quedé completamente dormida. Recuerdo que tuve sueños intranquilos de los que dejan una sensación extraña revoloteando como cuervos sobre el corazón.
El alba ya estaba rompiendo cuando desperté sobresaltada y mis funciones motrices pasaron de cero al cien por cien de capacidad en cuestión de décimas de segundo. Alessandro había puesto su mano sobre mi espalda bruscamente. Lo miré y estaba dormido, así que debía haberse movido en sueños. No tardó en retirarse. Me di la vuelta y me pareció notar cómo la mano de Alessandro recorría mi abdomen con un movimiento conciso y rápido, tanto que pensé que me lo había imaginado, puesto que él seguía durmiendo plácidamente. En aquellos momentos me sentí extrañamente alucinada, era como si estuviera bajo los efectos de unos estupefacientes que no había consumido. En mi estado de duermevela no sabía si me lo estaba imaginando todo o si realmente era posible que Alessandro se me estuviera insinuando de una forma sutil. No estaba segura.
Durante lo que pudieron ser dos horas Alessandro continuó moviéndose en aparentes sueños mientras no cesaba en su supuesto empeño por provocarme, y lo conseguía. Los duendes de la lujuria hacía mucho tiempo que danzaban radiantes a mi alrededor, pero no estaba dispuesta a dejarlos en libertad, así que haciendo acopio de todo mi poder mental los atrapaba lanzando sendos lazos de cowboy con mi rubia melena.
Queridos, nada me hubiera gustado más que haberme relacionado con Alessandro esa noche, Christian Dior sabe bien los esfuerzos que me costó no hacerlo, pero no bajo aquellas circunstancias ni a aquel precio. No a costa del corazón de una tercera persona cuya existencia había descubierto hacía unas horas o del respeto que me profeso hacia mí misma, porque si lo hacía no me estaba respetando. Mi amor propio quedaría roto en pequeños añicos. Si yo me relacionaba con Alessandro sería porque me gustaba, pero no únicamente para una noche, con el consecuente riesgo para nuestra amistad que ello suponía, sino para tiempo indefinido. Pero si él tenía una relación con otra mujer era a eso a lo que se reduciría cualquier cosa que pasara, a una noche nada más. Y yo luego me sentiría con el corazón ajado, sin lápiz labial con el que restaurarlo, y sintiéndome más sola que nunca. Y si su relación con esa mujer era feliz, me estaría condenando a no verle nunca más, ya que él no querría volver a tener contacto conmigo, pues de otra forma arriesgaría su relación. Rechazándolo al menos mantendría su amistad.
El reloj rezaba en silencio que estaban a punto de ser las diez. Me levanté, me vestí y, sin ni siquiera maquillarme y con un aire de dejadez imperdonable, bajé a la calle justo en el momento que Christopher llegaba, puntual como siempre, a la puerta del edificio, sintiéndome como una cenicienta que no había perdido su zapato, pero sí una posible y surrealista oportunidad para encontrar el amor que tanto ansiaba mi corazón.
Absolutely yours, and completely amazed
Pamela
Aunque Alessandro ya casi estaba totalmente recuperado de su esguince, me dejé llevar por las misteriosas corrientes del mar de la vida y me planté de nuevo con mi cola de sirena y mis joyas de coral frente la puerta de su loft. Mientras el sonido del timbre se disipaba en el aire, miré a Christopher, que sonreía posiblemente ante la idea de volver a ver a Alessandro, ya que desde el otro día la amistad que había entre ellos había crecido a una velocidad tan vertiginosa como el escote de mi Versace azul celeste, y ello me satisfacía notablemente.
Alessandro abrió la puerta, ya sin muletas, vestido con su corto batín como de costumbre, indumentaria que al parecer adoraba lucir cuando estaba en casa. Entramos y mi barman nos propuso ver otro film, esta vez titulado “Una rubia muy legal”. Yo no conocía tal película, pero acepté gustosa confiando en su criterio.
Sentados los tres en el sofá, Alessandro entre Christopher y yo, comenzamos a ver la película con un delicioso cóctel en la mano. Elle Woods, la jovencita rubia que protagonizaba el film, sencillamente me dejó sin aliento, me cautivó desde el momento en que se adentró en mi mente a través de mis pupilas y mis oídos. Me transmitió una energía positiva desbordante que resultaba tan natural para ella como respirar para los demás. Una personalidad tan invulnerable a la opinión del prójimo, arropada por una generosidad y una bondad nada habituales, la hacían una persona tan sumamente especial y arrolladora que por allá donde pisaban sus exquisitos zapatos de tacón provocaba reacciones de fuerte intensidad, pero creo que no tanto por su forma de ser como por el contraste de ésta con su entorno, un entorno más predispuesto a la negatividad, el prejuicio y la desconfianza, de mente cerrada, de fe extinta, incapaz de creer que una persona de tales características existiera. En algunos aspectos debo admitir que me sentí identificada, a mí también me fascina el color rosa, queridos, y creo que quién afirme que el naranja es el nuevo rosa está chiflado. ¡Qué deliciosa afirmación! En varias ocasiones reí hasta derramar mis lágrimas.
De nuevo Alessandro comenzó su interesante juego durante la reproducción del film. Pequeños movimientos prácticamente imperceptibles que le llevaban a acercarse milímetro a milímetro hacia mí y que, finalmente, le llevaron a poner su cuerpo moreno en contacto con el mío. Queridos, no ignoréis nunca el poder de la sutilidad, porque a menudo lo sutil es muchísimo más poderoso que lo evidente, y una caricia o el simple roce de una respiración próxima a un hombro desnudo son capaces de erizar toda la piel del cuerpo en un silencioso aquelarre de lujuriosos duendes de una forma que nunca sospecharías que fueran capaces.
Cuando sentí la suave piel del dorso de la mano de Alessandro rozar mi pierna hice como si no me hubiera dado cuenta de nada, pero en mi interior una explosión de calor nació en el centro de mi ser y se extendió como la onda expansiva de una bomba que acabara de estallar. Los dedos de su masculino pie rozaron el mío en un aparentemente accidental movimiento. Sus brillantes rizos negros rozaron mi hombro cuando inclinó la cabeza hacia a mí.
Entonces la película terminó y se vio obligado a recuperar la compostura cuando Christopher empezó a hablarle. A todos nos había gustado y nos había parecido de lo más encantadora y divertida, definitivamente Elle Woods nos había conquistado irremisiblemente.
Hablamos de todo un poco y Alessandro se fue entonces a su habitación. Cuando volvió, el tono de mi piel debió tornarse como el del sol del atardecer y el calor que sentí en mis adentros debía ser como el de sus tormentas, me atraganté con el martini y a punto estuve de asfixiarme. Alessandro llevaba el batín abierto y lucía un slip blanco totalmente escandaloso. Quería saber nuestra opinión acerca de la ropa interior que se había comprado antes de hacerse el esguince.
Como comprenderéis, queridos, Christopher y yo nos miramos con cara de total estupefacción, pero ante la natural actitud de Alessandro optamos por responder con igual naturalidad. La ropa interior, siendo objetiva, le quedaba estupendamente en su estilizado cuerpo y contrastaba perfectamente contra su suave piel morena. Comenzó entonces lo que podía haber sido un pase de modelo de ropa interior, y con cada prenda que nos mostraba yo me notaba un poco más sofocada, abochornada y aturdida bajo la mirada de sus hechiceros ojos negros. Blanco, rojo, amarillo, negro, azul... Su actitud despreocupada e inocente, totalmente carente de cualquier carga sexual, de ninguna manera podía evitar que fuera de lo más sexy. Desde luego, si alguien me contara todo esto me costaría mucho trabajo creerlo, pero queridos, os puedo asegurar que por mucho que no quiera creerlo así fue y así sucedió, y Christopher estaba de testigo.
Finalizado el pase de modelo, reanudamos la conversación entre los tres. Las horas pasaron y cenamos en su deliciosa terraza a la luz de las velas, tras lo cual continuamos charlando más y más. Sin darnos cuenta se hizo bastante tarde, y Christopher nos dijo que aunque lo estaba pasando de maravilla debía marcharse, rehusando el ofrecimiento de Alessandro a quedarse a dormir en su otra cama. Nos quedamos a solas.
—Venga, Pamela, ¿qué te apetece beber?
—Ya he bebido suficiente durante la cena, gracias.
—Uy, claro que no, ¿qué tal un vino tinto?, ¿o prefieres que te prepare algún cóctel en especial? Esta noche voy a emborracharte —rió. Me dejaba alucinada la tranquilidad con la que afirmaba lo que le apetecía amparándose en su total naturalidad, como quién dice que mañana va de compras en busca de un Armani.
—Querido, no pienso beber ni una gota de alcohol más que tú, así que si yo acabo bebida, probablemente tú lo acabarás más —ahora reí yo.
—¿Te apetece un cosmopolitan entonces?
—Delicioso. Ya sabes que me encanta —preparó dos cosmopolitan y se sentó de nuevo.
—¿Entonces te ha gustado la película?
—Me ha encantado —confirmé.
—Me acordé de ti la primera vez que la vi.
—¿Ah, sí?
—Sí, tienes muchas cosas en común con la protagonista. Quizá tú no te des cuenta...
—¿Por ejemplo?
—A ambas os vuelve locas el rosa y tenéis algo especial.
—¿Algo especial?
—Es increíble cómo puede gustaros tanto el rosa —parecía ignorar lo que le había preguntado—. Pamela, estoy muy cansado porque me he pasado todo el día haciendo ejercicio para recuperar un poco la forma, ya que desde que me hice el esguince no he podido ir al gimnasio, ¿te importa si continuamos la conversación en la cama? —si eso lo hubiera dicho cualquier otra persona, hubiera sonado vulgar e incluso lascivo, pero su naturalidad le permitía decir cosas como esa como si no tuvieran la menor importancia ni tuvieran la menor intención. No me pasó desapercibida la maestría con la que había transformado su invitación a dormir en camas separadas a dormir en la misma cama.
—No, en absoluto —entonces mi móvil empezó a reclamarme con su melodiosa voz—. ¿Quién será a estas horas? —Era Christopher, descolgué—. ¿Sí?
—Pamela, olvidé preguntarte a qué hora querías que pasara mañana a recogerte.
—Ah, es cierto, querido. A las diez está bien.
—Muy bien. Entonces hasta las diez. Por cierto, dile a Alessandro que hoy olvidé llevarle los folletos de la hípica que me pidió para su novia, pero que mañana se los llevo sin falta —la palabra novia impactó en mis neuronas con el efecto de un terremoto devastador.
—Muy bien, yo se lo digo. Buenas noches, Christopher.
—Hasta mañana, Pamela.
Resulta que Alessandro tenía novia y mucho se había reservado de que yo lo supiera. Claro que, pensándolo bien, no tenía por qué decírmelo, nosotros sólo éramos amigos o compañeros de hotel.
Llegamos a su habitación y colocó pequeñas velas porque su luz era más tenue y además se apagarían solas si nos quedábamos dormidos mientras hablábamos. Evidentemente, para Alessandro todo tenía su plausible explicación, exenta de toda segunda intención. Tras los primeros momentos de tensión y unos minutos de conversación, me quedé completamente dormida. Recuerdo que tuve sueños intranquilos de los que dejan una sensación extraña revoloteando como cuervos sobre el corazón.
El alba ya estaba rompiendo cuando desperté sobresaltada y mis funciones motrices pasaron de cero al cien por cien de capacidad en cuestión de décimas de segundo. Alessandro había puesto su mano sobre mi espalda bruscamente. Lo miré y estaba dormido, así que debía haberse movido en sueños. No tardó en retirarse. Me di la vuelta y me pareció notar cómo la mano de Alessandro recorría mi abdomen con un movimiento conciso y rápido, tanto que pensé que me lo había imaginado, puesto que él seguía durmiendo plácidamente. En aquellos momentos me sentí extrañamente alucinada, era como si estuviera bajo los efectos de unos estupefacientes que no había consumido. En mi estado de duermevela no sabía si me lo estaba imaginando todo o si realmente era posible que Alessandro se me estuviera insinuando de una forma sutil. No estaba segura.
Durante lo que pudieron ser dos horas Alessandro continuó moviéndose en aparentes sueños mientras no cesaba en su supuesto empeño por provocarme, y lo conseguía. Los duendes de la lujuria hacía mucho tiempo que danzaban radiantes a mi alrededor, pero no estaba dispuesta a dejarlos en libertad, así que haciendo acopio de todo mi poder mental los atrapaba lanzando sendos lazos de cowboy con mi rubia melena.
Queridos, nada me hubiera gustado más que haberme relacionado con Alessandro esa noche, Christian Dior sabe bien los esfuerzos que me costó no hacerlo, pero no bajo aquellas circunstancias ni a aquel precio. No a costa del corazón de una tercera persona cuya existencia había descubierto hacía unas horas o del respeto que me profeso hacia mí misma, porque si lo hacía no me estaba respetando. Mi amor propio quedaría roto en pequeños añicos. Si yo me relacionaba con Alessandro sería porque me gustaba, pero no únicamente para una noche, con el consecuente riesgo para nuestra amistad que ello suponía, sino para tiempo indefinido. Pero si él tenía una relación con otra mujer era a eso a lo que se reduciría cualquier cosa que pasara, a una noche nada más. Y yo luego me sentiría con el corazón ajado, sin lápiz labial con el que restaurarlo, y sintiéndome más sola que nunca. Y si su relación con esa mujer era feliz, me estaría condenando a no verle nunca más, ya que él no querría volver a tener contacto conmigo, pues de otra forma arriesgaría su relación. Rechazándolo al menos mantendría su amistad.
El reloj rezaba en silencio que estaban a punto de ser las diez. Me levanté, me vestí y, sin ni siquiera maquillarme y con un aire de dejadez imperdonable, bajé a la calle justo en el momento que Christopher llegaba, puntual como siempre, a la puerta del edificio, sintiéndome como una cenicienta que no había perdido su zapato, pero sí una posible y surrealista oportunidad para encontrar el amor que tanto ansiaba mi corazón.
Absolutely yours, and completely amazed
Pamela
Etiquetas: Mi vida
lunes, abril 30, 2007 9:40:00 p. m.
Rosada Pamela,
cada día de tu vida parece una historia para no dormir. Sí, sí, una historia para no dormir y disfrutarla bebiendo una suculenta sangría. Sin duda alguna, eres tan pura, cristalina y vermellona como el mítico y carbúnculo hígado que tiene el Chico Sangría.
Hablando del susodicho, te digo que ya estoy en Castellterçol, y parece que la vida me sonríe cuando mi cadera ortopédica me da más males de cabeza de lo normal. En este bello pueblo se ejecuta una danza que data de hace tres o cuatro siglos atrás (igual que el diario que encontré en Rubí), una danza señorial que se ejecuta eel último domingo de agosto después del oficio, en Fiesta Mayor. Como que las autoridades del pueblo deben participar, este año están haciendo unos ensayos, porque siempre acaban equivocándose. Opino que con un poco de sangría todo se arregla, pero ellos prefieren ensayar.
He conocido una chica que bailará para tan marcada fecha, pero me ha dicho que, como que tengo su constitución y soy bastante andrógeno, puedo pasar por ella y así poder investigar al Chico Sangría haciendo amistad con algunos de los poderes municipales.
Oh, nena, mis padrastros están álgidos como escarpias bien lozanas.
Siempre rosado, y practicando el movimiento de cintura,
Sangría de Rubíes