Mundo interior
lunes, febrero 11
Queridos amigos virtuales,
En el despacho de Linus flotaba una atmósfera diferente, mística, a causa del contraste con los temas de los que solíamos hablar normalmente. Me resultaba extraño estarle contando mi encuentro con Isabella como algo relevante. Al escucharme a mí misma, todo me sonaba absurdo e impropio de una persona con una mente formada y madura. Pero no podía negar la evidencia, lo cierto era que un cierto sentimiento de inquietud se había albergado dentro de mí desde aquel encuentro.
Isabella me repitió una y otra vez no se les debía dar tanto crédito a las cartas, que eran meras suposiciones sobre un futuro incierto que en ningún caso estaba escrito. Sólo describían una de las múltiples posibilidades de una realidad cercana, pero lo que finalmente acabaría aconteciendo dependería principalmente de mis acciones y las de los demás.
—A mí me parece muy interesante —dijo Linus, llevándose la mano a la barbilla como solía hacer siempre que algo le interesaba—. ¿A qué crees que se debe que le estés dando crédito a unas simples cartas? Ahí está lo relevante, en que te fijas más en una hipótesis imaginaria que en las cosas reales de tu vida que requieren tu atención.
—¿Me estás intentando decir, querido, que crees que intento desviar la atención de lo que no me gusta?
—Pamela, eres una persona con un mundo interior prodigioso. Tienes una imaginación desbordante que muchos quisiéramos tener, que hace que la vida vibre a tu alrededor con la intensidad de los colores del arco iris —la declaración de Linus me hizo sentir halagada a la par que completamente alucinada—. Pero creo que eso hace que tengas cierta tendencia a evadirte de la realidad. Prefieres preocuparte por fantasías de futuros inciertos que te parecen más interesantes, que hacerlo de los problemas que tienes que solucionar y que quizá son menos excitantes. —Las palabras de Linus se me clavaron en el pecho.
—¿Me estás llamando loca? —Me puse en pie. Linus sonrió pensando en un principio que estaba de broma, pero al verme seria se quedó rígido.
—No quería decir eso.
—No te pago para que me insultes.
—Pamela, bajo ningún concepto pretendía ofenderte.
—Pues no me trates como si fuera una niña encerrada en su mundo imaginario. Te estás equivocando hablando tan a la ligera. Soy consciente de que lo que te he comentado era una mera inquietud pasajera, no algo tan importante como para abarcar toda mi realidad. Puedo emocionarme o preocuparme con cosas pequeñas que no serían nada para la mayoría de la gente, pero eso no significa que no sepa valorar su importancia.
—Yo...
—Me gustaría poder hablarte de insignificancias sin que pienses que son lo único que pueden ver mis ojos. Y soy lo suficientemente responsable como para ocuparme también de las cosas que no son de mi agrado, aunque reconozco que a veces me requiera algo de tiempo.
—No he querido decir... —Linus dejó la frase a medias—. Te pido que me disculpes, ha sido un malentendido.
—Está bien, querido, no tiene importancia. Ahora debo irme —fui a recoger mi abrigo y mi bolso.
—¿Ya? —Linus miró su elegante reloj—, pero aún no es la hora.
—Lo sé, pero tengo un compromiso en mi club social. Nos vemos el próximo día, querido.
Dejé a Linus sentado en su elegante sofá de palisandro con cierta expresión de malestar y tristeza en la cara. Quizá se sentía culpable por haberme prejuzgado a la ligera, y lo cierto era que en cierto modo me había decepcionado.
Sinceramente vuestra, y decepcionada
Pamela
En el despacho de Linus flotaba una atmósfera diferente, mística, a causa del contraste con los temas de los que solíamos hablar normalmente. Me resultaba extraño estarle contando mi encuentro con Isabella como algo relevante. Al escucharme a mí misma, todo me sonaba absurdo e impropio de una persona con una mente formada y madura. Pero no podía negar la evidencia, lo cierto era que un cierto sentimiento de inquietud se había albergado dentro de mí desde aquel encuentro.
Isabella me repitió una y otra vez no se les debía dar tanto crédito a las cartas, que eran meras suposiciones sobre un futuro incierto que en ningún caso estaba escrito. Sólo describían una de las múltiples posibilidades de una realidad cercana, pero lo que finalmente acabaría aconteciendo dependería principalmente de mis acciones y las de los demás.
—A mí me parece muy interesante —dijo Linus, llevándose la mano a la barbilla como solía hacer siempre que algo le interesaba—. ¿A qué crees que se debe que le estés dando crédito a unas simples cartas? Ahí está lo relevante, en que te fijas más en una hipótesis imaginaria que en las cosas reales de tu vida que requieren tu atención.
—¿Me estás intentando decir, querido, que crees que intento desviar la atención de lo que no me gusta?
—Pamela, eres una persona con un mundo interior prodigioso. Tienes una imaginación desbordante que muchos quisiéramos tener, que hace que la vida vibre a tu alrededor con la intensidad de los colores del arco iris —la declaración de Linus me hizo sentir halagada a la par que completamente alucinada—. Pero creo que eso hace que tengas cierta tendencia a evadirte de la realidad. Prefieres preocuparte por fantasías de futuros inciertos que te parecen más interesantes, que hacerlo de los problemas que tienes que solucionar y que quizá son menos excitantes. —Las palabras de Linus se me clavaron en el pecho.
—¿Me estás llamando loca? —Me puse en pie. Linus sonrió pensando en un principio que estaba de broma, pero al verme seria se quedó rígido.
—No quería decir eso.
—No te pago para que me insultes.
—Pamela, bajo ningún concepto pretendía ofenderte.
—Pues no me trates como si fuera una niña encerrada en su mundo imaginario. Te estás equivocando hablando tan a la ligera. Soy consciente de que lo que te he comentado era una mera inquietud pasajera, no algo tan importante como para abarcar toda mi realidad. Puedo emocionarme o preocuparme con cosas pequeñas que no serían nada para la mayoría de la gente, pero eso no significa que no sepa valorar su importancia.
—Yo...
—Me gustaría poder hablarte de insignificancias sin que pienses que son lo único que pueden ver mis ojos. Y soy lo suficientemente responsable como para ocuparme también de las cosas que no son de mi agrado, aunque reconozco que a veces me requiera algo de tiempo.
—No he querido decir... —Linus dejó la frase a medias—. Te pido que me disculpes, ha sido un malentendido.
—Está bien, querido, no tiene importancia. Ahora debo irme —fui a recoger mi abrigo y mi bolso.
—¿Ya? —Linus miró su elegante reloj—, pero aún no es la hora.
—Lo sé, pero tengo un compromiso en mi club social. Nos vemos el próximo día, querido.
Dejé a Linus sentado en su elegante sofá de palisandro con cierta expresión de malestar y tristeza en la cara. Quizá se sentía culpable por haberme prejuzgado a la ligera, y lo cierto era que en cierto modo me había decepcionado.
Sinceramente vuestra, y decepcionada
Pamela
Etiquetas: Mi vida