Pesadilla
domingo, febrero 24
Queridos amigos virtuales,
Estaba en un edificio en ruinas lleno de pasillos abandonados. El sudor me resbalaba por el rostro en mi esfuerzo por encontrar un escondite, pero por más que corría y corría no conseguía escapar. Miré atrás y pude ver a Alfred siguiéndome los tacones, cada vez más cerca, sonriendo de forma macabra.
Entré en una habitación y me detuve al ver que estaba llena de cuervos que habían entrado por una ventana rota. Sus ojos eran pequeñas jaulas de cristal en las que querían encerrar mi alma para toda la eternidad, así que di media vuelta, pero las tablas del suelo cedieron con un crujido seco. Caí al vacío durante lo que parecieron horas.
Tardé unos momentos en vencer el dolor que me provocó la caída. Alcé la vista y vi que alguien me tendía la mano para ayudarme a incorporarme. Era Christopher, tan apuesto como siempre en su uniforme de trabajo. Me sentí aliviada... sabía que él me protegería de Alfred. Mas cuando intenté tomar su mano, la apartó echándose a reír. Sus carcajadas resonaron frías en la estancia.
Sin saber cómo, de repente tenía una tabla llena de clavos en la mano. La cólera me trastornó y le golpeé con todas mis fuerzas. Incluso cuando ya había dejado de moverse, no paré de golpearle una y otra vez. Entonces me vi.
El espejo que había al fondo de la habitación me devolvió la imagen de una mujer con la cara desfigurada por la rabia, cubierta de sangre. No llevaba mi vestido de Chanel, sino un horrendo modelo de Ágata Ruiz de la Prada, acampanado y multicolor, que tenía una etiqueta colgando en la que ponía "rebajas 50%".
Atemorizada, huí hasta que caí de rodillas, rota por los calambres. Algo me susurró desde las sombras del pasillo. Susurros crueles, llenos de una malignidad sin límite. Un dedo afilado me recorrió la mandíbula y me obligó a alzar la cabeza para mirar a los pozos negros de Samantha. Su cara era demoníaca, pero su cuerpo me aterrorizó aún más. Era el de una araña gigantesca que emergía de un túnel de telarañas grises.
Desperté en mi cama del hotel cubierta de un sudor frío. Mi pecho subía y bajaba como si acabara de hacer mis ejercicios de fitness. Estaba cansada, más que antes de acostarme, sin embargo no pude volver a dormirme.
Perpetuamente vuestra, e inquieta
Pamela
Estaba en un edificio en ruinas lleno de pasillos abandonados. El sudor me resbalaba por el rostro en mi esfuerzo por encontrar un escondite, pero por más que corría y corría no conseguía escapar. Miré atrás y pude ver a Alfred siguiéndome los tacones, cada vez más cerca, sonriendo de forma macabra.
Entré en una habitación y me detuve al ver que estaba llena de cuervos que habían entrado por una ventana rota. Sus ojos eran pequeñas jaulas de cristal en las que querían encerrar mi alma para toda la eternidad, así que di media vuelta, pero las tablas del suelo cedieron con un crujido seco. Caí al vacío durante lo que parecieron horas.
Tardé unos momentos en vencer el dolor que me provocó la caída. Alcé la vista y vi que alguien me tendía la mano para ayudarme a incorporarme. Era Christopher, tan apuesto como siempre en su uniforme de trabajo. Me sentí aliviada... sabía que él me protegería de Alfred. Mas cuando intenté tomar su mano, la apartó echándose a reír. Sus carcajadas resonaron frías en la estancia.
Sin saber cómo, de repente tenía una tabla llena de clavos en la mano. La cólera me trastornó y le golpeé con todas mis fuerzas. Incluso cuando ya había dejado de moverse, no paré de golpearle una y otra vez. Entonces me vi.
El espejo que había al fondo de la habitación me devolvió la imagen de una mujer con la cara desfigurada por la rabia, cubierta de sangre. No llevaba mi vestido de Chanel, sino un horrendo modelo de Ágata Ruiz de la Prada, acampanado y multicolor, que tenía una etiqueta colgando en la que ponía "rebajas 50%".
Atemorizada, huí hasta que caí de rodillas, rota por los calambres. Algo me susurró desde las sombras del pasillo. Susurros crueles, llenos de una malignidad sin límite. Un dedo afilado me recorrió la mandíbula y me obligó a alzar la cabeza para mirar a los pozos negros de Samantha. Su cara era demoníaca, pero su cuerpo me aterrorizó aún más. Era el de una araña gigantesca que emergía de un túnel de telarañas grises.
Desperté en mi cama del hotel cubierta de un sudor frío. Mi pecho subía y bajaba como si acabara de hacer mis ejercicios de fitness. Estaba cansada, más que antes de acostarme, sin embargo no pude volver a dormirme.
Perpetuamente vuestra, e inquieta
Pamela
Etiquetas: Mi vida
martes, julio 08, 2008 7:13:00 p. m.
Oh, mi rosada Pamela,
tras estar varios meses en un coma profundo, he perdido el rumbo en mi vida. Te mentiría si te dijera que recuerdo por qué estoy donde estoy en el estado que estoy, así que te contaré toda la verdad con la ayuda de mi jarra de sangría.
Diría que me encaminé en un periplo en busca de la Tierra Santa de la Sangría, y el día de hoy estoy en medio de un viñedo. Oh, se me ponen los padrastros como escarpias solo de sentir la rosada fragancia de su fruto. Mis prótesis tiemblan al unísono de los pies pisando la uva.
Me he despertado aquí, y con un portátil de color rosado con una preciosa jarra de sangría engastada en oro y conexión a internet Wi-Fi. Obviamente, lo primero que he hecho ha sido abrir mi mochila y sacarme un tetrabrik de 30cl de sangría y me la he bebido con la pajita que le acompañaba.
Buscando, ví que había una cuenta de correo con mi nombre. Oh! ¿Cómo era posible?
Pues es verdad. Oh, mi cuerpo biónico está en armonía con mi portátil. Oh, noto por las ondas electromagnéticas que chocan en mis ojos que estás interesada en saber más. Te mantendré informada.
Siempre rosado, y asombrado
NeoSangría de Rubíes