Siroco de pasión
jueves, marzo 13
De pie en mi habitación, me miré en el espejo y suspiré. Me sentía algo vacía, como si un muro intangible se interpusiera entre mi corazón y la belleza de todo cuanto me rodeaba, impidiendo que llegase a alcanzarme. Acababa de visitar el castillo de Praga y era frustrante no haber sentido nada al recorrerlo. No me había imaginado ser la princesa de una noble estirpe entre sus muros, ni una aventurera en busca de un tesoro ancestral acechada por las demoníacas gárgolas de la Catedral de San Vito. Una coraza pétrea me aislaba del frío y el calor, de lo bueno y lo malo.
Encendí mi teléfono móvil y seleccioné un número de la agenda, ignorando las numerosas llamadas perdidas de mis supuestos amigos de Barcelona. De Christopher, de Samantha. Al cabo de unos segundos me respondió la voz de Linus, preguntando repetidamente si había alguien ahí, pero por alguna razón no respondí. Colgué el teléfono y lo apagué otra vez.
Me estaba poniendo los pendientes para dar el toque de gracia a mi atuendo, ante la escrutadora mirada de mi reflejo, cuando alguien llamó a la puerta.
– ¿Sí? –pregunté.
– Servicio de habitaciones –dijo la voz al otro lado de la puerta.
– Lo siento, pero debe haberse equivocado. Yo no he pedido nada.
– ¿No ha pedido un cóctel cosmopolitan? Muy frío y removido pero no demasiado agitado. –En efecto, ésas eran las instrucciones que solía dar cuando pedía el cóctel.
– Oh, disculpe. Debo haberlo olvidado. Enseguida le abro. Un momento, por favor.
¿Me estaría volviendo loca? En verdad no recordaba haber pedido nada. Ultimé mi maquillaje y me apresuré a girar el pomo. Cuando abrí la puerta, el bolso se me cayó de las manos y se escuchó un cristal romperse dentro de él, pero ni siquiera pude procesarlo mentalmente. Toda mi atención estaba centrada en la persona que había enfrente mío.
Era un hombre envuelto en un traje negro a rayas grises. Su elegante silueta dilató inexorablemente mis pupilas al acariciarlas. Su masculinidad resultaba tan atractiva como la luz del candil para las incautas mariposas nocturnas.
La corbata dorada, a juego con el pañuelo que asomaba tímidamente del bolsillo de la americana, se meció sobre su pecho cuando alzó el brazo para impedir que cerrara la puerta, cosa que intenté hacer impulsada por el miedo que me produjo su mirada. En ella había valor y determinación, tan potentes que supe que podían incinerarme por dentro si los dejaba pasar.
Pero no tuve la fuerza necesaria, y retrocedí. Él, lenta pero implacablemente, dio un paso al frente y cerró la puerta de un preciso empellón. Firme, decidido, completamente serio. Di otro paso atrás, él otro al frente. Cada poro de mi piel temblaba de pura vulnerabilidad. Resbalé al chocar contra el borde de la cama y caí sobre las sábanas de seda, tiritando como una gatita espantada.
Él se subió a la cama y, apoyando los codos y las rodillas a mis lados, se quedó mirándome en silencio, sin rozarme siquiera. Estaba tan cerca que podía sentir la respiración que manaba de sus labios. De repente me sentí torturada y desesperada por acabar con ese momento interminable. Deseaba gritar para aliviar la tensión que me estaba desgarrando el alma. Abrí los labios, pero mi garganta se tropezó consigo misma.
Él acercó su mano a mi mejilla y me acarició, admirándome como si en el mundo no existiera nadie más, como si fuera el diamante más preciado y bello del universo. El muro interior que me protegía se derritió ante tanta intensidad. Deslizó su cara hasta mi cuello y ascendió poco a poco, aspirando suavemente mi perfume, rozándome la piel casi imperceptiblemente. Al llegar a la cúspide de mi rostro, de camino al otro lado del cuello, sus labios pasaron sobre los míos, apenas con un ligero roce, pero que me sacudió como un siroco, dejándome mareada y confusa. Supe que estaba perdiendo el control.
Apoyó sus manos sobre las mías, inmovilizándome. Ante el primer beso dejé de temblar. Nuestros dedos se entrelazaron. Me arrastró una ola de cálida ternura que me transportó al reino de la vida. Fluí. Me convertí en princesa de la noche y sacerdotisa de la pasión. Objeto de deseo y dueña de mi ser. Delicada a la par que contundente.
Me veo incapaz de narrar las escandalosas delicias a las que ese hombre me sometió con su ternura, mas si pudiera, sólo sería comparable a una lluvia de sensaciones cuyas gotas me hicieron estremecer como si fuera un campo de hierba, sediento y exuberante.
A ti, Václav, mi inesperado amante, te dedico estas exiguas líneas.
Perennemente vuestra, y renacida
Pamela
Etiquetas: Mi vida
jueves, junio 05, 2008 12:59:00 p. m.
¡Mi querida niña!
Aunque ansiosa aguardaba tu respuesta, después del sueño de esta noche no puedo aguardar más tu respuesta a mi último comentario y he decidido volverte a escribir.
Ya leí antes de ayer tu relato del Siroco, pero no queriéndome hacer pesada decidí esperar unos días más. Pero se que debo explicarte mi sueño de esta noche, un sueño querida que ha sido completamente revelador.
En el sueño yo me encontraba en una cocina, una de las mejores cocinas que he visto en mi vida, estaba hecha especialmente para hacer postres, tenía todos los enseres necesarios para los innumerables postres que guardo en los más insólitos rincones de mi memoria.
Entonces habría el mayor horno que yo jamás haya visto y de él sacaba directamente una caja blanca con reflejos como de charol. Esta caja estaba decorada con un precioso lazo de una seda rosa impecable.
Cogía la caja y al girarme un apuesto y galante agente de Seur me ayudaba con la caja.
En solo unos instantes un mapa se dibujaba en mi mente y como si de una película de los años ochenta se tratara mi querido Bilbao se marcaba con un punto rojo, y de allí partía una línea recta que no se detenía hasta llegar a la bella ciudad de Barcelona.
Una vez allí se deslumbraba las calles de la urbe, una urbe que no había cambiado desde la última vez que la visité y me dejé seducir por su presencia.
El mismo y atractivo chico que me ayudo con el paquete aparece nuevamente en escena delante de un lujoso y precioso hotel de la ciudad condal, no logro apreciar el nombre del hotel, ya que rápidamente el chico accede por la puerta giratoria.
Con paso firme se dirige a recepción y deposita allí el paquete, vuelve sobre sus mismos pasos pero cuando entra a la puerta giratoria la imagen se detiene y de la misma puerta aparece una preciosa y elegante mujer.
Lleva un precioso y ceñido vestido de Prada en un tono rojo coral intenso, su rostro queda cubierto por una preciosa pamela a juego con su delicado vestido. Su andar femenino pero decidido le lleva hasta la recepción del hotel.
Una vez allí saluda con una familiaridad poco usual al recepcionista, mientras retira de sus manos unos largos y sedosos guantes el recepcionista le informa que ha llegado un paquete para ella.
Ella coge con firmeza uno de los cordeles del lazo y tira para que la caja se abra… y justo en el momento que se va a vislumbrar el interior me he despertado…
Creo que mi subcociente no me ha querido dejar ver que había dentro, porque aún no he decidido que postre será el mas apropiado para enviarte pero este sueño me ha revelado como hacerte llegar uno de ellos.
Solo debemos buscar un plan adecuado, crear una clave, decidir un lugar, quizás uno de los seguro majestuosos hoteles que posees y allí un día te estará esperando uno de mis mas apreciados postres. Con una nota: “Para Pam”. Y tu solo deberás recogerlo y disfrutarlo. ¿Qué me dices pequeña?
Por otro lado no me puedo despedir sin comentar antes tu último relato.
¡Mi pequeña princesa! No dejes de vivir la vida, ni de disfrutar de cada momento. En mi época era impensable una actuación como la que describes en tu relato, pero no he de negar que si volviera a renacer en una época como la actual no actuara de una forma distinta a la que actúas tú.
Seguro que Vaclav es un hombre que hace las delicias de cualquier mujer… Ahora miro atrás y recuerdo los hombres de mi vida, solo ha habido tres grandes hombres en mi vida, mi padre, mi marido (que como seguro habrás adivinado fue un matrimonio de conveniencia) y mi querido y amado Ángel, un amor de juventud, lastima que al anunciar mi compromiso se hiciera a la mar, tarde muchos años en volverle a ver y por aquel entonces nuestras vidas habían derivado tanto que nunca más volvieron a tener sentido común.
¿Qué habrá sido de él? ¿Quizás siga vivo?
Mi querida niña, gracias a ti estoy recobrando parte de mis recuerdos, parte de mi más valioso y completamente olvidado pasado.
Intrigada por saber que hacer y enormemente agradecida, La Marquesa.