Augurios

jueves, abril 10


Queridos amigos virtuales,

Mientras el sobre rosa que contenía la carta que había escrito para Václav se deslizaba entre mis dedos y caía en el buzón de correos, tuve una doble premonición, dos augurios que acariciaron mi corazón al mismo tiempo. Uno fue como una brisa cálida y gentil que fluyó alrededor de mi pamela, el otro fue como un escalofrío que se cernió unas décimas de segundo sobre el cielo de Barcelona. Los vellos de mis brazos se despertaron.

El claxon de la limusina me sacó de mis ensueños y regresé antes de que le pusieran una nueva multa a mi querido Christopher por estar estacionado en doble fila. Puntual como un reloj, mis tacones se adentraron en la clínica de mi fisioterapeuta a la hora convenida y, cuando me hizo pasar, le conté el diagnóstico que me había hecho la traumatóloga del hospital.

– Su escoliosis se debe a que su cadera está ladeada –dijo, y parpadeó con fuerza–. Tal como lo veo yo, hay dos posibilidades. Que esté así debido a un golpe, a algo puntual que la ha descolocado, o, por el contrario, que su cuerpo tienda a esa posición de forma natural.
– Ahá.
– En el primer caso, con un par de sesiones de fisioterapia colocaremos la cadera en su sitio y la desviación de la columna desaparecerá. En el segundo caso es un poco más complicado. Habría que estudiar las causas que provocan el ladeo de la cadera, posiblemente su forma de caminar o su estructura ósea, y posiblemente colocar un alza en uno de sus zapatos para corregirlo. Esto llevaría más tiempo y se necesitaría un seguimiento, pero no ponga esa cara –sonrió, parpadeando de aquella forma otra vez–, no es nada grave.
– Espero que sea la primera opción, porque la idea de retocar mi maravillosa colección de zapatos no me gusta demasiado. Entiéndame, o sea, profanar mi santuario del calzado me parece del todo horroroso.
– Bueno, entonces no adelantemos acontecimientos, ¿no le parece? –Aunque Jabes estaba serio, una sonrisa parecía latir en sus pupilas negras.
– Sí, mejor. ¿Cómo sabremos si se trata de uno u otro caso?
– Si le parece bien, haremos las dos sesiones y veremos si en una o dos semanas la cadera se mantiene en su sitio o si vuelve a ladearse.
– De acuerdo.
– Muy bien –sentenció, y parpadeó así de nuevo–, entonces acabemos con el cuello y el próximo día nos pondremos con la cadera.

En la hora que duró la sesión, las manos de Jabes liberaron la tensión de mis músculos y desconectaron mi cabeza del cuerpo. Las sensaciones me llevaron a una playa llena de corales en la que la arena masajeaba mis impulsos eléctricos y el sonido del mar me llenaba de un vigor hipnótico. Yo llevaba un atrevido bañador rosa estampado de tulipanes amarillos y corría llena de felicidad por la orilla, sosteniendo con la mano mi pamela para que no saliera volando. Sin embargo, algo me impedía liberarme por completo. Era como si en aquellas aguas turquesas hubiera algo escondido, a la espera de que mi piel se mojara con ellas para abordarme. No podía verlo, pero podía sentirlo en la pamela.

Relajadamente vuestra,
Pamela

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