Sol de corazón

lunes, marzo 19


Queridos amigos virtuales,

Sin duda nada me gustaría más que sentirme arrastrada por el aire a playas vírgenes que mi alma nunca ha visitado, donde cientos de mariposas me reciban con un aluvión de suspiros de placer y una lluvia de brillantes joyas, y broten manantiales de martini rodeados de frutas exóticas de suculentos colores. Me gustaría respirar fuera del agua por una vez, ser dueña de un par de piernas largas hasta el infinito cuyos tacones de aguja me hagan ser la reina del glamour, eróticamente irresistible y poderosa, y dejar de sentirme cual sirena nadando en oscuras profundidades donde no llegan los rayos de un sol con forma de corazón.

Una sensación de decepción se acurruca en mi interior, nostálgica y perezosa, y no parece tener mucha intención de abandonarlo por ahora. Y yo, incapaz de encontrarla en el laberinto de pasiones en el que se esconde, no puedo obligarla a salir.

Observo el sol con forma de corazón que paseo desde hace un rato entre mis largos dedos con aire ausente, mientras espero. Su tacto es delicioso, tibio. En este anillo de oro y diamantes residen un inusitado número de esperanzas que ni siquiera sospechaba que existieran, esperanzas doradas y plateadas que giran en el fondo de una promesa de amor secreto. Las letras grabadas con elegancia en la parte interna del anillo se deben estar reflejando en este mismo instante en mis pupilas azules: P D S V M S; seis letras tan inseparables de mí como mi alma, pues he caído en la cuenta de que se trata de las iniciales de mi nombre completo. Pamela Débora Serena Von Mismarch Stropenhauen. Sorprendente detalle que sin duda confirma el hecho de que la persona que me lo regaló en San Valentín sabe bien quién soy, queridos, y no dudo que debe pertenecer a mi entorno más cercano.

En este momento estoy rodeada de joyas, y me siento tan protegida y maravillada con sus brillos que estoy segura de que aquí no es posible que nunca llegue a ocurrir nada malo. Esto es un santuario sagrado, en el que oro y plata, diamantes y rubíes, forman una barrera protectora que nadie sería capaz de violar, ni siquiera de intentarlo, al menos no sin que recaiga sobre él la terrible maldición de Christian Dior.

Con la única compañía de mi portátil Toshiba último modelo, estoy esperando en el despacho de una de las joyerías más importantes de Barcelona. He venido a investigar sobre el origen del misterioso anillo y, por supuesto, he venido vestida con pamela y gabardina grises, no podía ser de otra manera, pues la ocasión lo requería con urgencia. Patrick, mi joyero, lleva unos minutos ausente intentando satisfacer el favor que he venido a solicitarle. Le he rogado que averiguara por mí el lugar donde podría encontrar al joyero que vendió este anillo o, en su defecto, al orfebre que lo trabajó o al tallador de diamantes, lo que fuera posible. Oh, aquí llega, debo dejaros, queridos. La emoción recorre cada uno de los rincones de mi tersa piel como si fuera una espía en constante peligro.

Ya estoy de nuevo aquí, queridos. Patrick no ha podido decirme dónde se adquirió el anillo, pero me ha proporcionado un contacto que tal vez pueda averiguarlo. Montada en mi limusina con Christopher, me he dirigido hasta él, y ahora mismo estoy esperando a que me facilite la información.

Mi buen Christopher... Estoy algo preocupada por él, queridos, porque desde lo ocurrido en mi mansión está algo distante y frío conmigo, aunque no consigo acertar a ver el motivo. Tal vez se sienta vulnerable y esté cubriendo su ego con una coraza de hielo para protegerse, arrepentido por haberme abierto las puertas de su corazón por un instante y yo haber defraudado sus expectativas, o tal vez pudiera ser que al sentirse rechazado por mí se sienta algo resentido, no lo sé. Sea cual sea el motivo, intentaré respetar su espacio y no entrometerme en su campo emocional. Si él quiere hablar conmigo de algo, es cuestión de tiempo que decida hacerlo. Pero queridos, hoy lo he encontrado más extraño que nunca. Tiene la faz descompuesta y camina sin su ímpetu habitual, el que recuerda que tiene un alma salvaje de jinete indomable. Parece una sombra de su yo habitual, un fantasma lleno de una pena sobrecogedora, como si la preocupación estuviera devorándole el alma.

Sin darme cuenta, he posado la vista sobre el calendario del escritorio y de repente, con un fogonazo que me ha tensado el cuerpo por completo, lo he entendido todo. Qué falta de sensibilidad y de cortesía la mía, cómo puede habérseme pasado algo así por alto, es total e incuestionablemente imperdonable. Hoy es diecinueve de marzo, el día del padre. Christopher estará viéndose devorado por la culpa que carga sobre sus hombros por haber perdido a su mujer y a su pequeña hija, que a día de hoy le estaría entregando uno de esos valiosos regalitos que lo son todo en el mundo de la ilusión. Tengo que hacer algo.

Queridos, estaba poniéndome ya el abrigo y la pamela, a punto de apagar el portátil y salir corriendo en auxilio de Christopher, cuando mi contacto ha entrado en la habitación y me ha dicho que ya había conseguido averiguar algo sobre el anillo. Patrick no había podido averiguar nada de él porque no se había vendido ni forjado en España... sino en Praga, en la República Checa.

Siempre vuestra,
Pamela

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Diamantes... 2

  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    jueves, marzo 29, 2007 2:27:00 p. m.

    Francamente Pamela, me das asco.

     
  1. Escrito por Anonymous Anónimo

    jueves, marzo 29, 2007 2:50:00 p. m.

    Querido Anónimo,

    Compruebo con una mezcla de emociones que tu mensaje es corto pero intenso. Siempre pensé que la gente brillante era aquella que causaba en los demás reacciones de cierta fuerza e intensidad, por tanto, y a menos que tu comentario se deba a una envidia que te corroe hasta los párpados, considero muy positiva tu intervención, pues no es más que una de las muestras que indica que mi persona brilla en la oscuridad como la purpurina en el carnaval.

    Siempre tuya,
    Pamela

     

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