Mi héroe

lunes, junio 16


Queridos amigos virtuales,

No podía arriesgarme a que nadie supiera que aquella desagradable cosa había decidido hacer de mi cocina su morada. Imaginad lo que ocurriría si la Marquesa de Roncesvalles llegara a enterarse. Por eso decidí que sería Adam, mi gallardo jardinero, quién se encargaría de restaurar el equilibrio energético de mi humilde hogar.

Mi salvador llegó envuelto en un aura maravillosa. Su uniforme se había convertido en algo futurista por la mochila que llevaba, de la que salía una pequeña manguera por cuyo extremo manaba un líquido incoloro. Por un milisegundo, queridos, deseé morir en el veneno de aquel hombre rudo e instintivo. Después zarandeé la pamela y recuperé la cordura.

—¿Una mochila fumigadora?
—¿A que es una pasada? —apuntó Adam, entusiasmado cual niño con un juguete nuevo—. La he pedido en la empresa. Como por teléfono usted me dijo que era algo tan alarmante supuse que haría falta una buena artillería.
—¡Has hecho muy bien! —exclamé, entusiasmada ante la idea de aniquilar apoteósicamente al insecto.
—¿Y bien? ¿Quién será mi enemigo? —preguntó embravecido.
—Pasa, por favor. Se encuentra aquí. ¡Tienes que matarlo! —rogué mientras le llevaba a la cocina.
—¿Está en el sótano? ¿En la buhardilla? Seguro que está en el sótano, ¿no? ¿De qué se trata? ¿Son ratas? —insistió, moviendo rápidamente la manguera cada vez que cruzábamos una puerta, como un cowboy con la pistola cargada a punto de enfrentarse a una banda de forajidos.
—Es uno de esos nauseabundos insectos. ¿Te lo puedes creer? La verdad es que no sé cómo ha podido ocurrir, Adam. Como puedes ver, la limpieza de la casa es impecable. ¡Cucarachas aquí! No sé dónde vamos a parar. Tienes que arreglarlo porque no puedo soportar la idea de vivir bajo el mismo techo que esa cosa. Les tengo pánico. ¡Imagina que pone huevos o algo así! ¡No puedo soportarlo!
—Son cosas que pasan. Seguramente se coló por alguna ventana. ¿Sólo es una cucaracha? —dijo Adam, muy decepcionado.
—¿Te parece poco? ¡Jamás había pasado algo así!
—Entonces será mejor que deje esto —dijo refiriéndose a la mochila con tono apático—. Creo que no hará falta.
—¿Pero por qué? ¡Claro que hará falta! Ese demonio es muy listo.

Adam se marchó y volvió con un botecito. Desganado, empezó a propulsar un polvo blanco por debajo de los muebles. Estaba a punto de marcharme por indicación suya, para no respirar aquella sustancia tóxica, cuando el insecto salió despavorido de su escondite. De repente y como por arte de magia, ¡echó a volar directo hacia mi cara! ¿Acaso eran capaces de semejante prodigio esas criaturas? No sé si fue por el grito de terror que salió de mi boca, pero el bicho dio media vuelta y fue a parar sobre Adam, quien todavía se encontraba agachado.

—¡Adam, cuidado, lo tienes en el cuello! —grité despavorida, llevándome las manos a la cara.

Creí que iba a desmayarme cuando vi al insecto caminando sobre la piel morena de mi jardinero. Él intentó sacudírselo, con tan mala suerte que cayó por el cuello de la camisa y se perdió en su interior. Llega a ocurrirme eso a mí, queridos, ¡y me muero allí mismo! Si estuve a punto de sufrir un desvanecimiento con sólo imaginarme aquellas patas corriendo sobre mi abdomen. Pero Adam era un hombre valiente, así que se puso rápidamente en pie, se soltó las tiras del peto y, de un tirón, se arrancó los botones de la camisa haciendo que salieran disparados por el aire. Durante un latido, en lugar de a un hombre vi a un súper héroe convirtiéndose en su poderoso alter ego.

El insecto salió volando otra vez. Yo estaba paralizada, no sabía qué hacer. Sin embargo, cuando vi que se me acercaba peligrosamente, salí disparada y salté sobre Adam, que por inercia me cogió en brazos sin demasiado esfuerzo. Finalmente, el bicho hizo una espiral y cayó abatido fuera de la cocina, posiblemente por el efecto del veneno.

Un pie que pasaba por ahí justo en ese momento, enfundado en un zapato negro de chofer, arrancó del insecto un desagradable crujido que me hizo enterrar la cara en el cuello de Adam y dar un gritito de angustia.

—Mi héroe —susurré.
—¿Pero qué estáis haciendo? —preguntó Christopher con ojos desorbitados.
—Esto no es lo que parece —contestó Adam, ruborizado de pies a cabeza.

Sí, reconozco que la escena se prestaba a equívoco. Adam había enrojecido y tenía el torso semidesnudo envuelto en su camisa desgarrada, torso que me habría impresionado de no haber estado descolocada por la situación. Yo estaba en sus brazos y agarrada a su ancho cuello. El peto, al no estar sujeto por las tiras, se le había caído a la cintura dejando parcialmente a la vista su ropa interior y el relieve de su hombría. Era increíble que sus músculos fueran incluso más fuertes que los de Christopher.

Todos los pronósticos apuntaban a que éste sería un verano caluroso.

Veraniegamente vuestra, y desconcertada
Pamela

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Diamantes... 2

  1. Escrito por Anonymous Susy

    viernes, junio 12, 2009 11:39:00 a. m.

    Hola Pamela! Tu jardinero tiene una pinta tremenda. Anda, no seas tonta e híncale el diente! Antes de que otra se te adelante!

     
  1. Escrito por Anonymous Pamela

    lunes, junio 15, 2009 11:33:00 a. m.

    Querida Susy,

    ¡Qué manera tan literal de expresarte tienes! Oh, me he ruborizado sólo con leerte. No sé si lo haré, pero te agradezco soberanamente el interés. Brindo por ti.

    Siempre tuya,
    Pamela

     

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