Altercado en el hospital
jueves, mayo 25
Ayer le pedí a Christopher que me llevara en limusina a mi centro hospitalario. No os preocupéis por mí, queridos. Sólo se trataba de unas pruebas rutinarias que me tenía que hacer por recomendación de mi médico, y como las máquinas necesarias estaban en el hospital no me quedó más remedio que desplazarme hasta allí.
Me adentré en el edificio acompañada de Christopher. Supongo que fue a causa de ir cogida del brazo de semejante caballero ―impresionante con su traje de corbata― lo que hizo que todo el mundo nos mirara al pasar, así que no le di mayor importancia. Aunque seguramente también se debió al maravilloso traje y la impresionante pamela que lucía yo, a juego con los zapatos, el bolso y unas uñas de infarto.
La sorpresa vino cuando andábamos por un pasillo. Al girar una esquina me encontré de cara con un hombre vestido de traje gris. Mis pupilas se debieron estrechar en ese momento hasta convertirse en pequeños puntos negros rodeados de azul. El corazón me dio un vuelco y sin querer di un paso atrás. Al ver mis movimientos, Christopher reaccionó instantáneamente como activado por un resorte. En menos de un segundo se interpuso entre ambos y sacó su pistola apuntándole directamente entre las cejas. Me quedé lívida.
―¡No! ―grité desesperada―. ¡No, Christopher! ¡Guarda eso! ¡Es Michael, mi cirujano!
Aliviada a la par que abrumada por la tensión del momento, me desmayé en los brazos de mi guardaespaldas.
Cuando desperté estaba en una sala pequeña, tumbada en un sofá. Michael me miraba las pupilas con una linternita y Christopher tenía el semblante preocupado fijo en mí.
―Lo siento, Pamela ―se disculpó―. Pensé que se trataba del acosador del que me habías hablado.
―Tranquilo, querido, no pasa nada. Ha sido culpa mía por reaccionar así. Estas cosas pasan ―contesté. Lo sé, queridos, no pasan a menudo, pero ¿qué iba a decirle?
Me dejó a solas con Michael. Al parecer, estaba en este hospital porque había ido a visitar a un colega que trabajaba en el centro. Era evidente que estaba nervioso y bastante alterado, no todos los días le apuntan a uno con una pistola. Su corbata combinaba a la perfección con sus ojos color café. Reproduzco aquí, queridos, la conversación que tuvimos tal como yo la recuerdo, porque sé que os interesa:
―¿Por qué vas acompañada de un guardaespaldas, Pamela? ―preguntó a bocajarro.
―Oh, querido, no es por nada. Es que Alfred... verás...
―¿Te ha hecho algo ese degenerado? ―preguntó. Me sentí halagada al ver que se preocupaba por mí.
―No, no, claro que no ―me apresuré a desmentir―. Pero ha estado buscándome últimamente y hasta le vi con su coche en la puerta de mi hotel. Después, otro día, vi que había un Audi con cristales tintados que se paró a mi lado, y cuando me di cuenta de que me seguía salió disparado. Me puse algo nerviosa y contraté a Christopher como medida de precaución. Así estoy más tranquila. Sólo es eso.
―Has hecho bien ―afirmó mientras me miraba fijamente―. Pamela, creo que tenemos que hablar de lo que pasó aquel día en la fiesta de máscaras.
―Tienes razón. Es que me daba tanta vergüenza que ni siquiera podía mirarte a los ojos ―noté que el calor me quemaba la cara―, cuando menos pasar por tu consulta. Si quieres podemos hablar en otro momento, tomando un té. Ahora no puedo.
Quedamos para el fin de semana. Qué nervios y qué bochorno me invaden sólo con pensar en verme con él después de lo que pasó en la fiesta de Alfred. No obstante, debo enfrentarme a lo hecho con la valentía que me infundirá un nuevo Versace.
Queridos, estoy segura de que habrá algunos de vosotros que pensaréis que me invento todos estos sucesos que me ocurren para darme importancia, pero os juro por el vestido más suave y valioso de de mi colección que no es así. Sé que si usaran estos últimos tiempos de mi vida como guión de una película la gente diría que es demasiado irreal, demasiado inverosímil para que sea creíble. Mas, a veces, la realidad supera la ficción, y yo soy la mejor prueba de ello.
Eternamente vuestra, y asombrada de las casualidades de la vida
Pamela
Etiquetas: Christopher, Mi vida, Michael
viernes, mayo 26, 2006 2:30:00 p. m.
Tía, jo tía, o sea tía, porfa please tía. Ah! Que insoportable que eres!
Pero por dios, como puedes ser tan hortera. Me niego a creer que pueda existir alguien tan remilgado y cursi como tú.
¿Has ido al psiquiatra aprovechando que estabas en el hospital? Porque sin duda debes tener alguna enfermedad mental grave, aunque no te apures, lo más probable es que sea incurable por el estado avanzado que tiene pinta de tener.