Una revelación en una copa

martes, marzo 18


Queridos amigos virtuales,

Cuando desperté estaba tumbada en una cama, envuelta en sábanas de satén bajo las cuales no había nada más que mi piel. Estaba mareada y confusa, y me dolía la cabeza, aun así ese hecho me resultó de lo más turbador.

– ¡Estás despierta! ¿Cómo te encuentras? ¡Dime! ¡¿Estás bien?! –preguntó Václav mientras me acariciaba con ansiedad, como cerciorándose de que estaba entera. El tono de desesperación de su voz resultaba conmovedor.
– ¿Qué ha pasado? –Intenté incorporarme y me arrepentí al instante, porque un latigazo de dolor me atravesó el hombro y el cuello.
– Creo que has tomado un... pequeño golpe.
– ¿Un golpe? ¿Cómo?
– Eh... –dudó.
– Recuerdo que salí de la bañera. Luego fui a abrir... –y de repente recordé–. ¡Tú!
– ¡Lo siento! ¡Fue un accidente! Abriste la puerta justo cuando iba a derribarla.
– Y me derribaste a mí. Oh, querido, podías haberme matado, ¿sabes? –dije comprensivamente, acariciándole el precioso hoyuelo que tenía en la barbilla–. ¿Es que no has visto el extraordinario tamaño de tu torso?
– Lo siento mucho, no quería hacerte daño.
– Ya lo sé. Yo tampoco quería ocasionarte ningún perjuicio, y sin embargo lo hice sin darme cuenta.
– ¿Qué? ¿De qué hablas? –me preguntó, sorprendido.
Aquella mujer, la del cementerio, era tu novia, ¿verdad? –Ante mi pregunta Václav suspiró, después se produjo un largo silencio.
– Lo era hasta hace poco, sí, pero ahora no hay nada entre nosotros.
– ¿Desde cuando salís juntos?
– Salíamos –puntualizó–. Desde los seis años.
– Oh –apunté, recapacitando–. Querido, ¿podría pedirte un favor? Necesito un martini con urgencia. Me duele la cabeza.

En el preciso instante en que la primera gota se vertía en el interior de la copa de martini, tuve una extraña revelación y lo vi todo.

Václav había mantenido una relación durante toda su vida con la mujer de los ojos azules, de hecho estaban prometidos y tenían planeado casarse en unos pocos años. Ella iría vestida con un precioso vestido blanco con encajes bordados a mano y su maquillaje sería de impacto. Con el tiempo le daría tres varoniles hijos. Václav la quería, pero era un chico joven y, evidentemente, sentía curiosidad por el resto de mujeres. Deseaba experimentar, como era natural. Entonces llegué yo con el anillo, haciendo realidad una de las fantasías de su mente. El hecho de haberme reconfortado tras el atraco le alentó a ir más allá. Dos semanas después, había mejorado increíblemente su inglés y dejado a su prometida, y llamaba a mi puerta vestido con aquel impactante traje.

Satisfecha con la brillante reconstrucción mental de los hechos que había trazado cual experimentada detective, dediqué unos segundos a deleitarme conmigo misma y acto seguido di rienda suelta a mis dos voces interiores.

Debía reconocer que Václav todavía era un niño, un niño grande y muy bien formado, sí, pero un niño al fin y al cabo. Me había engañado diciéndome que era maduro y que estaba preparado, pero lo cierto era que no lo estaba. Debía asumir ese hecho y la responsabilidad de las consecuencias que tendría mi presencia sobre su vida si no hacía algo para remediarlo.

Culpablemente vuestra, y responsable
Pamela

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