Por qué
lunes, abril 14
Christopher estaba concentrado en conducir la limusina, como de costumbre. Mientras tanto yo aprovechaba para admirar las calles de mi querida Barcelona, preguntándome cuántas de las personas que veían mis ojos estarían volando en alas del amor. Quizá la mujer de mofletes rosados que vi salir del mercado era de noche la amante más deseada de un apuesto enamorado, puede que aquel muchacho poco agraciado que cubría su cabeza con una gorra tuviera en su mano el corazón ardiente de una inocente muchacha, y yo, sentada en mi lujosa limusina, solo tenía una copa de martini medio vacía en cuyo fondo flotaba una triste aceituna y un anillo en forma de corazón impregnado de traiciones.
– Christopher –dije.
– ¿Sí? –me respondió con su enérgica voz.
– ¿Puedo preguntarte algo?
– Por supuesto, ¿de qué se trata?
La pregunta que iba a formularle había recorrido mi red neuronal en innumerables ocasiones durante mi estancia en Praga, pero ahora estaba lista para darle forma entre mis labios.
– ¿Por qué besaste a Alessandro? –Ante mi pregunta, Christopher miró muy serio a la carretera y cogió con fuerza el volante.
– No lo sé –contestó al fin. Tras un profundo suspiro, prosiguió–: Yo estaba muy deprimido. Se acercaba el día del padre y le conté a Alessandro lo de Felicia, ya sabes. Y bueno, habíamos estado bebiendo.
– Entiendo –afirmé sin apartar la vista del espejo retrovisor, recordando lo que Christopher me contó aquel día.
– Alessandro fue tan comprensivo conmigo... No sé qué ocurrió. De repente nos estábamos besando, y fue entonces cuando apareciste. Ni siquiera tuve tiempo de saber qué había ocurrido. Salí corriendo detrás tuyo pero no te alcancé.
– Sí, mis tacones son muy rápidos cuando quieren –reí, intentando quitar importancia al asunto.
– Pero hay algo que sí sé. Me gustan las mujeres, única y exclusivamente. ¿De acuerdo?
– En efecto, querido. El otro día me quedó bastante claro. –Christopher se ruborizó.
– Pamela.
– Qué.
– ¿Por qué te fuiste corriendo cuando nos viste? ¿Por qué llorabas? –Christopher me miraba a través del espejo.
– Eh... –Su pregunta me cogió desprevenida. La conversación había dado un giro totalmente inesperado–. No sé. Me quedé tan impactada que no sé qué me pasó. Supongo que estaba conmocionada.
– ¿Seguro que fue eso?
– Seguro. –Hubo un largo silencio. Sentí que la verdad no tenía nada de malo, así que me dejé llevar–. En realidad, puede que os tuviera más afecto de lo que pensaba –confesé casi sin darme cuenta.
– Quieres decir...
– Quiero decir que sois mis amigos y no estaba preparada para algo así –corregí en el último momento. Mi cerebro se impuso rápidamente sobre mi corazón, antes de que las consecuencias de lo que había dicho pudieran cobrar vida propia y acorralarme entre la espada y la pared.
– Ah.
– ¿Te importaría subir la pantalla? Necesito hacer una llamada. –Me sorprendió la frialdad de mi voz.
– Sí, claro.
Mientras los ojos de Christopher se perdían tras el cristal negro con cierto atisbo de desconcierto, apuré la copa. Cogí el teléfono y llamé a Linus para que me diera cita lo antes posible. Sobre mi pamela algunas ideas revoloteaban como mariposas silvestres, aunque ninguna conseguía imponerse sobre las demás. Esperaba que mi psicoanalista consiguiera ayudarme con sus hábiles preguntas a dilucidar su errático vuelo, de manera que me permitiera entrever el rumbo que mis tacones debían tomar.
Sencillamente vuestra,
Pamela
Etiquetas: Mi vida
jueves, octubre 16, 2008 1:05:00 p. m.
Ha sido un placer para los sentidos encontrar tu blog, Pamela.
Ha sido como la primera vez que sientes un perfume elegante y sofisticado.
Gracias por votarme. Es todo un honor. De todo corazón también he tratado de ayudar a tu blog con mi voto.
Seguiré pasándome por aquí para continuar impregnándome de esta fragancia.