Tres son multitud

lunes, mayo 29


Queridos amigos virtuales,

Después de mi accidentado encuentro con él en el hospital, finalmente tuve mi cita con Michael. Nos encontramos a las doce del mediodía del sábado en la terraza de mi club social, club al que él también pertenece y que suele visitar con frecuencia para jugar al tenis. Hacía un sol espléndido. El calor hubiera sido insoportable si no fuera por el aire acondicionado y la sombra de mi parasol.

Como siempre, nada más atravesar la puerta del club, las arpías que pululan como moscas por allí se pusieron a murmurar sobre mi persona lanzando miradas de soslayo, aunque esta vez no estaba dispuesta a prestarles la menor atención. Era obvio que nunca la habían merecido, pero ese día todavía menos. Sin embargo, he de admitir que esta vez tenían motivos para murmurar. Christopher caminaba a mi lado tan espléndido como esa mañana de primavera. Yo estaba disfrutando del momento, cogida de su brazo, suponiendo lo que todas esas arpías debían estar pensando. La envidia las corroía, sin duda. Pude leerlo en sus miradas y en la velocidad del movimiento de sus lenguas pérfidas.

Llegué hasta la mesa de la terraza en la que Michael me esperaba. Iba vestido con su ropa deportiva y llevaba una cinta en la cabeza. Al verme, dejó sobre la mesa la copa de agua de la que estaba bebiendo. Christopher se retiró unos metros para darnos intimidad y nos pusimos a charlar animadamente. La conversación fue muy agradable. Hablamos sobre muchas cosas, entre ellas sobre lo ocurrido en la fiesta de máscaras de Alfred. Como sospechaba, mi nuevo Versace me infundió el valor que necesitaba para contarle la forma en que yo lo había vivido todo.

Le conté que a pesar de que no me arrepentía y de que había disfrutado de la experiencia, me había sentido engañada tanto por Alfred como por él. Por Alfred por no haberme avisado del cariz de la fiesta, y por él por no haberme revelado su identidad antes de lo ocurrido en la habitación de la cama redonda.

Michael me dio la razón y se disculpó por haber obrado mal, a pesar de que al verme allí con Alfred pensó que yo ya sabía de qué iba todo aquello. Concluimos que ambos habíamos disfrutado de aquella experiencia como adultos, y que como adultos no iba a cambiar nada entre nosotros. Pero la verdad es, queridos, que en aquel mismo instante me sorprendí preguntándome cuántas otras veces habría participado Michael en una de aquellas fiestas, y acto seguido no pude evitar imaginármelo desnudo sobre una cama. Me levanté lo más rápido que pude para que no notara mi bochorno, disculpándome con la excusa de ir al tocador. Me di la vuelta y lo que vi me crispó los nervios.

Allí, cerca de la barra, Christopher estaba ayudando a una mujer a levantarse del suelo. Al parecer se había resbalado delante de él. El caso es que ella se agarraba con demasiadas confianzas a su cuello, lo cual hizo que los pelos de mi nuca se erizaran al instante.

La mujer era atractiva, eso no podía negarlo. Su piel era tan blanca como negro era su pelo. Llevaba el esbelto cuerpo cubierto por un bikini de escándalo que realzaba el tono de su piel. Por lo visto debía venir de la piscina. Christopher se agachó a recoger su pareo, que se acababa de desprender de sus piernas dejando al aire un pequeño tatuaje de lo que parecía ser una gatita salvaje.

―Christopher ―le dije. No sabía por qué, pero quería apartarlo de ella―, necesito que me acompañes.
―¡Ah! ―exclamó ella dirigiéndose a él―. Así que te llamas Christopher. ¿Puedo llamarte Chris? ―Le tendió la mano con la única intención, evidentemente, de recibir los labios de Christopher sobre la piel. Él, obviamente por no ser descortés, correspondió como debía. «¿Cómo se atreve a llamarle Chris? Esa mujer es una atrevida», pensé―. Yo soy Samantha, y tú eres...
―Pamela. Pamela Débora Serena ―repliqué secamente. Samantha se me quedó mirando fijamente sin decir nada. Escrutándome.

No sé si fue mi imaginación, pero me pareció distinguir un desafío latente en la mirada felina de aquella misteriosa mujer. Su presencia me causaba un extraño efecto, me resultaba inquietante y familiar al mismo tiempo. Intenté hacer memoria, pero me daba la impresión de que era la primera vez que la veía en el club.

Después de eso se despidió con una sonrisa más dirigida a Christopher que a mí, y se marchó contoneándose con mucho estilo, tengo que reconocerlo. Tanto que cuando miré de nuevo a Christopher le sorprendí observándola como hipnotizado.

Unos celos infantiles me asaltaron de pronto, haciéndome enrojecer como una cereza madura. Samantha se giró de nuevo para mostrarme su desafiante mirada de ojos negros. Entonces me vi asaltada por la necesidad de hacer algo para atraer la atención de Christopher, algo que también viera Samantha para que le quedara claro que estaba fuera de su alcance.

Puse la pose más sexy que se me ocurrió. Una mano en la pierna derecha, la cabeza hacia la izquierda, la cintura en un giro sinuoso y la pierna izquierda abierta hacia fuera de rodilla para abajo, con tan mala suerte que, al hacer un mal movimiento con el pie, el tacón de mi zapato se rompió y caí desplomada al suelo sobre mi pompis. Desde luego, conseguí llamar la atención de Christopher y Samantha, que me miraron inmediatamente, además de la atención del resto del mundo que había por allí. No recuerdo cuánto tiempo hacía que no pasaba tanta vergüenza. Deseé que me tragase la tierra para no soportar el bochorno de verme así ante dos hombres que tenía que ver a menudo en mi vida como Michael y Christopher y, sobre todo, ante la mirada escrutadora de esa mujer llamada Samantha.

Ella corrió a mi lado, tendiéndome la mano más rápido incluso que Christopher. Seguro que lo hizo para mostrarse en todo su esplendor ante la pobre que había quedado en ridículo delante de todos. Debía estar disfrutando por dentro, riéndose a mi costa y, además, quedando maravillosamente al tenderme su ayuda. No estaba dispuesta a consentirlo. A lo mejor a ellos podía engañarles, pero a mí no podría. Rechacé su mano y me levanté con la ayuda del brazo de Christopher, cuyo antebrazo se tensó a causa de mi liviano peso.

Ya de pie, me bebí de un solo sorbo el martini que había pedido antes intentando no atragantarme con la aceituna. Eché una mirada de fuego a Samantha y me despedí de Michael, marchándome del brazo de Christopher, tratando de reunir los pedazos de mi dignidad que habían quedado dispersos por allí como cuando una copa de cristal de bohemia estalla contra el suelo.

Siempre vuestra, y apesadumbrada
Pamela

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Altercado en el hospital

jueves, mayo 25


Queridos amigos virtuales,

Ayer le pedí a Christopher que me llevara en limusina a mi centro hospitalario. No os preocupéis por mí, queridos. Sólo se trataba de unas pruebas rutinarias que me tenía que hacer por recomendación de mi médico, y como las máquinas necesarias estaban en el hospital no me quedó más remedio que desplazarme hasta allí.

Me adentré en el edificio acompañada de Christopher. Supongo que fue a causa de ir cogida del brazo de semejante caballero ―impresionante con su traje de corbata― lo que hizo que todo el mundo nos mirara al pasar, así que no le di mayor importancia. Aunque seguramente también se debió al maravilloso traje y la impresionante pamela que lucía yo, a juego con los zapatos, el bolso y unas uñas de infarto.

La sorpresa vino cuando andábamos por un pasillo. Al girar una esquina me encontré de cara con un hombre vestido de traje gris. Mis pupilas se debieron estrechar en ese momento hasta convertirse en pequeños puntos negros rodeados de azul. El corazón me dio un vuelco y sin querer di un paso atrás. Al ver mis movimientos, Christopher reaccionó instantáneamente como activado por un resorte. En menos de un segundo se interpuso entre ambos y sacó su pistola apuntándole directamente entre las cejas. Me quedé lívida.

―¡No! ―grité desesperada―. ¡No, Christopher! ¡Guarda eso! ¡Es Michael, mi cirujano!

Aliviada a la par que abrumada por la tensión del momento, me desmayé en los brazos de mi guardaespaldas.

Cuando desperté estaba en una sala pequeña, tumbada en un sofá. Michael me miraba las pupilas con una linternita y Christopher tenía el semblante preocupado fijo en mí.

―Lo siento, Pamela ―se disculpó―. Pensé que se trataba del acosador del que me habías hablado.
―Tranquilo, querido, no pasa nada. Ha sido culpa mía por reaccionar así. Estas cosas pasan ―contesté. Lo sé, queridos, no pasan a menudo, pero ¿qué iba a decirle?

Me dejó a solas con Michael. Al parecer, estaba en este hospital porque había ido a visitar a un colega que trabajaba en el centro. Era evidente que estaba nervioso y bastante alterado, no todos los días le apuntan a uno con una pistola. Su corbata combinaba a la perfección con sus ojos color café. Reproduzco aquí, queridos, la conversación que tuvimos tal como yo la recuerdo, porque sé que os interesa:

―¿Por qué vas acompañada de un guardaespaldas, Pamela? ―preguntó a bocajarro.
―Oh, querido, no es por nada. Es que Alfred... verás...
―¿Te ha hecho algo ese degenerado? ―preguntó. Me sentí halagada al ver que se preocupaba por mí.
―No, no, claro que no ―me apresuré a desmentir―. Pero ha estado buscándome últimamente y hasta le vi con su coche en la puerta de mi hotel. Después, otro día, vi que había un Audi con cristales tintados que se paró a mi lado, y cuando me di cuenta de que me seguía salió disparado. Me puse algo nerviosa y contraté a Christopher como medida de precaución. Así estoy más tranquila. Sólo es eso.
―Has hecho bien ―afirmó mientras me miraba fijamente―. Pamela, creo que tenemos que hablar de lo que pasó aquel día en la fiesta de máscaras.
―Tienes razón. Es que me daba tanta vergüenza que ni siquiera podía mirarte a los ojos ―noté que el calor me quemaba la cara―, cuando menos pasar por tu consulta. Si quieres podemos hablar en otro momento, tomando un té. Ahora no puedo.

Quedamos para el fin de semana. Qué nervios y qué bochorno me invaden sólo con pensar en verme con él después de lo que pasó en la fiesta de Alfred. No obstante, debo enfrentarme a lo hecho con la valentía que me infundirá un nuevo Versace.

Queridos, estoy segura de que habrá algunos de vosotros que pensaréis que me invento todos estos sucesos que me ocurren para darme importancia, pero os juro por el vestido más suave y valioso de de mi colección que no es así. Sé que si usaran estos últimos tiempos de mi vida como guión de una película la gente diría que es demasiado irreal, demasiado inverosímil para que sea creíble. Mas, a veces, la realidad supera la ficción, y yo soy la mejor prueba de ello.

Eternamente vuestra, y asombrada de las casualidades de la vida
Pamela

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Christopher, mi guardaespaldas

martes, mayo 23


Queridos amigos virtuales,

Ayer tuve la entrevista con los aspirantes a ser mi guardaespaldas personal. Tras el desagradable descubrimiento del acecho de Alfred, al que vi apostado esperándome en la puerta de mi hotel, el miedo ha impulsado mis alas para que tomara la iniciativa de rodearme de alguien especial que me hiciera sentir segura. Alguien con unos músculos fuertes y dotado de un carácter impetuoso que pudiera tomar las riendas de la situación en caso de ponerse peliaguda.

Tal privilegio no podía ser concedido a cualquiera, así que me propuse hacer un concienzudo examen de los aspirantes para que nada se me pasara por alto. Las conocidas que me los habían recomendado daban muy buenas referencias de ellos. Según me habían dicho, proporcionaban un servicio excelente además de un trato adecuado para una persona de categoría. Pero cuando le vi entrar por la puerta, supe que había subestimado el criterio de mis conocidas. No me había imaginado hasta qué punto ese trato podía ser caballeroso, exquisito, elegante y, además, masculino y viril.

Él fue el último en entrar en la sala del hotel en la que preparé la entrevista, y cuando se acercó a mí con tanta seguridad y me besó la mano con cortesía, noté como el calor recorría mi cuerpo como una ola hasta romper en mis mejillas. Desde ese momento supe que él sería mi guardaespaldas, pero me obligué a no precipitarme y continué con el proceso de selección, aunque no podía escuchar nada que no saliera de su boca.

Mi Juan Reyes en un día de verano sobre su caballoSe llamaba Christopher y era guardaespaldas profesional, aunque me dijo que durante muchos años se había dedicado a la equitación, concretamente a la doma de caballos. Sólo con imaginármelo sobre su montura en una tarde de verano mostrando su imponente torso, creí que iba a desfallecer allí mismo. Sin querer me sentí rodeada por sus fuertes brazos, envuelta por su espalda, y me vi montada sobre su caballo como si estuviera en una teleserie venezolana. Aturdida, me obligué a recuperar la razón.

No podía dar aquel espectáculo. Soy una dama y tenía que comportarme como tal. Pero queridos, me hacía sentir tan femenina que un incontenible torrente se apoderaba de mí cada vez que le miraba a los ojos.

Haciendo acopio de todas las fuerzas que fui capaz de reunir, superé aquella dura prueba que el destino me había impuesto. Entre ruborizada y trastornada, sin siquiera saber qué decía, le ofrecí el puesto. Aceptó encantado, dibujando una sonrisa en el rostro.

Mañana mismo se pondrá a mi servicio. Además de protegerme, será mi chauffeur.

Eternamente tuya desde hoy, mi Christopher
Pamela

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Cóctel: Cosmopolitan Martini

lunes, mayo 22


Queridos amigos virtuales,

Ayer por la noche estuve en la sala de fiestas de mi hotel pasando un rato exquisito en compañía de mi querido barman. De nuevo me propuso la receta de un cóctel. Así que, sin dudar, saqué con premura mi glamourosa agenda y la estilográfica de mi bolso para tomar nota de sus sabias palabras.

Dice Alessandro que el Cosmopolitan nació en los bares de South Beach, en el estado de Florida, por el año 1992, y que poco a poco se fue convirtiendo en la bebida preferida de muchas de las mujeres jóvenes, de entre 20 y 35 años, que vivían en las ciudades más fashion del norte. Pero no se hizo famoso hasta que Madonna, la reina del pop, lo tomaba en sus películas dándole popularidad hasta el punto de que se cree que es su bebida favorita. Más tarde, Carrie de la conocida serie de televisión "Sex & The City" o "Sexo en Nueva York", lo convirtió en su bebida favorita cuando iba con sus tres amigas a un bar de New York.

La chispeante mezcla del Cosmopolitan ha seducido a populares actrices, cantantes y famosas de todo el mundo. Sin embargo, se adapta y modifica cual camaleón para convertirse en un ciudadano del mundo, haciendo honor a su nombre cosmopolita. Dice Alessandro que su sabor encierra todos los secretos de la mujer moderna y que quizá por eso ha seducido principalmente a las féminas del planeta.

Cosmopolitan Martini- 1/2 parte de vodka
- 1/2 parte de zumo de arándanos
- Un chorro de triple sec
- Una cucharada de lima fresca
- Una cucharada de jarabe de azúcar
- Unas gotitas de glamour
- Adorno: pinchito de arándanos
- Cristalería: copa de martini

Mezclar agitando bien todos los ingredientes en una coctelera con hielo, colar y verter en una copa de martini. Este es uno de mis cócteles preferidos, queridos. Ideal para tomar en cualquier bar exclusivo.

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Encuentro abrumador en el balneario

martes, mayo 16


Queridos amigos virtuales,

Mientras las aguas termales de mi centro de belleza abren cada uno de los poros de mi piel como flores estallando en primavera, voy a continuar escribiendo para vosotros con mi portátil. Ya me siento preparada para escribir sin la ayuda de Gregor, mi informático personal. Espero no equivocarme, queridos.

Lo primero es lo primero, así que os debo informar de que no he conseguido averiguar nada acerca del autor de la misiva de amor que encontré el sábado en mi bolso. Lo sé, una lástima. Al regresar de Madrid ayer por la noche intenté que algunos de mis sospechosos picaran con un truco sencillo.

―Gracias por la sorpresa que me dejaste en el bolso, querido, me encantó ―les dije directamente, uno por uno.
―¿De qué está você falando? ―contestó Marco, mi profesor de maracas, con su particular acento brasileño.
―Te pido disculpas, Pamela, pero me temo que no he dejado nada en tu bolso ―indicó Alessandro, mi barman, con exquisita educación.
―No he sido yo ―respondió Gregor, mi informático personal, con su habitual parquedad en palabras, y continuó mirando la pantalla del ordenador.

Michael, mi cirujano plástico, no pudo ser porque no voy a su consulta desde aquel abrumador suceso que ya os relaté con anterioridad.

Decepcionada, desistí mentalmente, aunque lo volveré a intentar, no os preocupéis. Sé que la curiosidad os recorre las venas con la misma intensidad que a mí, sencillamente puedo sentirlo.

Luego pensé que podía tratarse de Alfred, mi amigo aficionado al placer de las sábanas que conocí en aquella reunión inesperada, el que me llevó a aquel lujurioso cóctel completamente engañada, pero tampoco he estado cerca de él desde entonces.

Hasta ahora había evitado hablar de ello, pero necesito desahogarme. Queridos, he de confesaros que me he sentido acosada por Alfred. Desde la fiesta de máscaras ha insistido en llamarme una y otra vez sin descanso. Su total falta de cortesía al no respetar que no quisiera cogerle el teléfono me hizo sentir muy angustiada. Finalmente, cuando salía de compras en busca de los zapatos perfectos para ir a tomar el té un viernes de primavera por la tarde, le vi apostado frente a la puerta de mi hotel con su coche, observándome desde la ventanilla con ojos de reproche, como un depredador, aunque esta vez sin máscara.

Me asusté mucho, y me planteé seriamente contratar a un fornido guardaespaldas que me dé la seguridad que necesito sentir. He hecho algunas llamadas y pronto tendré una entrevista con algunos candidatos. Ya os informaré al respecto porque, de nuevo, puedo sentir que os interesa la cuestión.

Marco, mi profesor de maracas, en el balneario¡Oh, queridos, estoy abrumada, sofocada y aturdida! Y el calor de estas aguas no me ayuda para nada. No sabéis lo que me ha pasado. He tenido que salir corriendo, no podía hacer otra cosa.

Hace un momento he dejado de escribir porque he sentido la necesidad de nadar en las aguas termales. Siempre pensé que en esta zona del balneario sólo había mujeres, ¡pero he descubierto que tiene una zona de hombres! Iba yo nadando cual ninfa de las aguas dulces, disfrutando de la soledad, cuando he traspasado una barrera de rocas. Ni siquiera he visto la señal que indicaba que estaba prohibido el paso. Allí, bajo una cascada, había un hombre desnudo. Masculino, moreno, atractivo. Un sofoco me ha abordado con sólo ver su proporcionada espalda, pero lo más impactante ha venido cuando se ha dado la vuelta. Era un hombre que yo conozco bien, pues le le regalé una invitación para este centro hace sólo unos días. A pesar de mi intento por taparme ha recorrido irremediablemente mi cuerpo desnudo con su mirada, como yo he recorrido el suyo deteniéndome, muy a mi pesar, en una zona demasiado llamativa como para detener la trayectoria de mis ojos. Evidentemente, cuando he conseguido reaccionar, me he ido corriendo maldiciendo al agua por impedirme avanzar.

Era Marco, mi profesor brasileño de maracas. ¿Por qué me ocurren estas cosas a mí? ¡Qué vergüenza! No sé qué voy a hacer. Me voy a la ducha. El agua fría me sentará bien porque estoy algo mareada.

Sincerely yours, and completely bewildered
Pamela

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Nota de amor en la biblioteca

lunes, mayo 15


Queridos amigos virtuales,

Nada satisfecha con mis descubrimientos del viernes, el sábado me dirigí con mi jet privado a Madrid, a la biblioteca más grande del país: la Biblioteca Nacional de España. Ese es uno de los lugares que la mayoría de arpías de mi club social no ha pisado en toda su vida con sus zapatitos de tacón. Yo no es que sea la mujer más culta del mundo, pero al menos puedo decir que tengo algunas cosas más que maquillaje y ropa de marcas exclusivas en el cerebro.

Pensé que en esa biblioteca encontraría todo lo que necesitara saber, pues contiene el impresionante fondo de más de seis millones de libros y publicaciones periódicas. ¿Cuántos libros, verdad? Sólo imaginar la cantidad de polvo que se debe acumular allí ya me da ganas de estornudar.

El paseo de Recoletos se veía precioso a la luz del atardecer. Entré en la biblioteca e inmediatamente vinieron a atenderme. Por supuesto, ya había avisado de que venía y qué tipo de información necesitaba, porque odio esperar. No recuerdo cuánto tiempo leí en aquella sala rodeada de libros y más libros, pero lo que sí sé es que mereció la pena.

Resulta que Italia ha sido desde el siglo XVI un importante foco de creación de bebidas para aperitivo, licores y otras bebidas alcohólicas. Al principio, el fin de éstas bebidas era siempre medicinal, pues su sabor era demasiado amargo para el paladar, pero hacia el siglo XVIII las mezclas de vino se hicieron muy populares y pasaron a utilizarse para estimular el apetito antes de las comidas. Así nació esta tradición Europea ―gracias al cielo, debo añadir―. A partir de ese momento los creadores de bebidas empezaron a desarrollar mezclas más apetecibles, que desembocaron en una numerosa cantidad de especialidades regionales. Así nació el maravilloso vermouth, una acertada mezcla de vino con alcohol, azúcar, hierbas, especias, frutas y otros ingredientes, que a finales del siglo XIX ya se había convertido en uno de los aperitivos más populares. En la región de Piedmont, y especialmente en Turín, el vermouth se hizo cada vez más importante para la economía regional. Esta importancia fue reconocida en 1840, cuando el Rey Carlo Alberto ―desde luego, muy sabiamente―, creó un registro de los productores de vermouth de las regiones circundantes a Turín.

Fue precisamente en ese año, en 1840, cuando cuatro productores locales de vino ―Clemente Michael, Carlo Re, Agnelli y Baudino― se unieron para formar un nuevo negocio, la Destilería Nacional del Espíritu del Vino. La nueva compañía producía y vendía vinos, licores, vermouth y otras bebidas alcohólicas. Creció rápidamente, y se extendió creando una nueva destilería en San Salvatore Monferrato, además de sucursales en las ciudades de Génova, Narbonne y Cagliari.

Alessandro Martini, uno de los fundadores de MartiniLuigi Rossi, uno de los fundadores de Martini
Alessandro Martini y Luigi Rossi
En 1850, diez años después de su creación, la compañía reclutó a tres nuevos socios. Uno era Alessandro Martini, un agente comercial que había estado trabajando por su cuenta en Turín, en una pequeña área de viñedos adquiridos de la familia Agnelli. Junto a Martini estaban Teofila Sola, que se convirtió en la contable de la compañía, y Luigi Rossi, que jugó el papel más importante en el éxito de la misma. Rossi combinó sus conocimientos sobre la fabricación de vino con su talento como botánico, y empezó a desarrollar su propia receta de vermouth, receta que aún continúa siendo secreta en la actualidad ―interesante, ¿verdad?, al parecer la clave del éxito de la empresa reside en la receta secreta de Rossi, queridos―. A principios de 1850 la receta se convirtió en todo un éxito, y Rossi llegó a director de la empresa en esa misma década. Con la muerte de Carlo Re en 1860, seguida del retiro de Clemente Michael en 1863, Martini, Sola y Rossi se hicieron cargo de la compañía, que cambió de nombre a Martini, Sola & Cía.

Al año siguiente, la compañía desplazó su producción y su sede al pueblo de Pessione di Cheri, lo que proporcionó a la empresa el enlace al nuevo ferrocarril que unía Turín con el puerto de Génova. Este acceso a las rutas marítimas, que enlazaban Italia con el resto del mundo, animó a la compañía a intentar llevar su receta de vermouth al mercado internacional.

Cuando leía esto, me acordé de que es en Pessione di Cheri donde se encuentra actualmente el Museo Martini di Storia dell'Enologia. Un verdadero y exclusivo museo ―y no un vulgar comercio― en el que se hace un recorrido a través de la historia y la industria del vino ―y del martini, claro está―, con antiquísimas piezas hasta de Grecia y Mesopotamia.

En esto estaba pensando cuando posé la vista sobre mi precioso bolso de Armani, que había dejado sobre la mesa de la biblioteca. Un papel sobresalía desde dentro. Lo cogí y lo leí anonadada:

“Nunca me atreveré a confesarte el amor tan intenso que siento por ti porque moriría de no ser correspondido, pero quiero que sepas que hay alguien que se consume de deseo a causa de un amor que arde como el fuego del mismísimo infierno de Dante y que, aunque corten el rosal, perdurará por doquier el aroma de las rosas.”

Miré a todos lados esperando encontrar a alguien mirándome o alguna pista de quién pudiera haberme dejado el papel, mas la única compañía que tenía en aquella sala eran las antiguas estanterías repletas de libros. Tomé un buen sorbo de mi copa y, mientras masticaba nerviosamente la aceituna, releí la nota. El papel era blanco, la letra masculina y elegante. No había firma ni reseña alguna del autor de la misiva.

Queridos, la nota me dejó realmente perpleja. ¿Acaso tengo un admirador? Nunca olvidaré la emoción que sentí en ese momento. Hasta me tembló el labio inferior y el pulso de la mano izquierda. Por un momento me pareció que el mundo daba vueltas y los libros echaban a volar como mariposas.

Se me ocurre que, tal vez, ese hombre esté cerca de mí a diario y yo no me haya dado cuenta. ¿Cómo es posible? ¿Se estará atrofiando mi intuición femenina? ¿Y cuándo me dejó la nota en el bolso? Oh, queridos, ¡qué contrariedad, qué frustración! He intentado repasar innumerables veces las cosas que hice ese día y los anteriores para averiguar en qué momento pudo alguien dejarme la nota en el bolso sin que me diera cuenta, pero son demasiadas. La verdad es que soy una despreocupada, debo admitirlo. Muy a mi pesar, tendré que olvidarme del tema. Quizá vuelva a dejarme otra nota, quién sabe. Quizá en sus letras haya alguna pista sobre quien es él... Tal vez se me ocurra algo más adelante.

La próxima vez continuaré con mis descubrimientos sobre la compañía Martini, ahora estoy demasiado abrumada.

A ti, secreto amore mío, te dedico un beso y este escrito...

Siempre tuya, mi dulce admirador secreto
Pamela

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Alessandro y Martini

viernes, mayo 12


Queridos amigos virtuales,

Mi querido Alessandro, ya mi barman personal, me sorprende cada día más. Todas las noches acudo un ratito a la sala de fiestas del hotel para hablar un poco con él mientras me prepara uno de sus deliciosos cócteles. Oh, queridos, es tan sublime ver el ritual que utiliza a la hora de crearlos. Me extasía. Incluso a veces noto subir el rubor a mis mejillas ante la seguridad de sus movimientos. Realmente es arte en movimiento.

La historia de Alessandro se me descubre como una madeja de hilo que se desenrolla guiándome por caminos secretos. Resulta que Alessandro es descendiente de uno de los grandes bármanes que fueron despedidos durante la prohibición de Estados Unidos en los años 20, cuando no se podían servir bebidas alcohólicas. Su abuelo emigró a Francia, donde encontró trabajo en un gran hotel y, como el resto de bármanes que se vieron obligados a emigrar al perder sus puestos de trabajo, ¡contribuyó a extender el martini por Europa! ¿No es casualidad? Además se llama como uno de los fundadores de la compañía Martini, la compañía que fabrica la ambrosía que tanto me gusta: Alessandro Martini. ¿Será todo esto casualidad o un guiño del destino? Realmente hay veces que pienso que hay alguien que nos mueve y nos coloca en situaciones extrañas para su disfrute personal, como un juego divino del que somos piezas.

A raíz de este descubrimiento, me interesé por la historia de la compañía Martini. Si me gustaba tanto ése brebaje, ¿por qué no descubrir cuál era su origen? Me puse mi gabardina y mi pamela gris, además de mis gafas de sol, sintiéndome como una verdadera detective privada, y me dirigí al registro mercantil en la limusina. Quería hacer estas indagaciones por mí misma. Este asunto se había convertido en algo místico, personal, y no sabía por qué.

En el registro mercantil no descubrí mucho más que algunos de los movimientos de la empresa. Al parecer su origen fue una destilería, la Destilería Nacional del Espíritu del Vino (Distilleria Nazionale di Spirito di Vino), que se convirtió en productora de vermouth en la región de Turín, Italia, en el año 1840. Después, en el año 1863, la compañía pasó a llamarse Martini, Sola & Cía., y en 1879 cambió su nombre a Martini & Rossi. Finalmente, en el año 1992, pasó a ser propiedad de la gran familia Bacardi por una suculenta suma de dinero que ha erizado mis pestañas de forma inmediata. Por sus cuantiosos ingresos, yo diría que las ventas de martini van de maravilla. Me veo obligada a decir en este momento, dejando de lado falsas modestias, claro está, que yo contribuyo bastante a que así sea, pues lo tomo como aperitivo a todas horas, queridos, y en mi hotel nunca falta este delicioso vermouth.

Mañana continuaré con mis indagaciones, pues aún me queda mucho por descubrir.

Eternamente vuestra, e intrigada
Pamela

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Cóctel: Martini de Manzana Verde

lunes, mayo 8


Queridos amigos virtuales,

Aquí tenéis la primera receta de Alessandro: el martini de manzana verde o apple martini.

Martini de manzana verde- 2/3 partes de vodka
- 1/3 parte de aguardiente de manzana
- Un chorro de licor japonés Midori
- Un chorro de zumo de lima
- Un toque de estilo
- Adorno: tajada de manzana verde
- Cristalería: copa de martini

Mezclar a ritmo de samba todos los ingredientes en una coctelera con hielo y verter en una copa de martini. Mmmm... ¡delicioso, queridos! Ideal para tomar a la sombra de los árboles en un picnic campestre.

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Alessandro, un nuevo amigo

domingo, mayo 7


Queridos amigos virtuales,

Las olas del mar de la vida han traído hasta mi playa a un joven el sábado pasado. Se llama Alessandro y es el nuevo barman y pianista de la sala de fiestas de mi hotel, que con tanta frecuencia suelo visitar. Sin duda es un joven simpatiquísimo dotado de un carisma especial, por no mencionar los jugosos y perfectos labios que en su cara luce. Tuve que contener de nuevo mis instintos para no lanzarme a propinarle un lujurioso mordisco. ¿Me estaré volviendo vulgar? Espero que no, sinceramente.

No quise preguntar por no ser indiscreta, pero si me hubieran preguntado, hubiera jurado y perjurado que Alessandro era gay. No sé, llamadlo intuición femenina si queréis. Qué impacto, ¿verdad?, y qué emoción. Un nuevo amigo por conocer que parece muy interesante. Estoy segura de que mi intuición no falla y que no defraudará mis expectativas. Ya os iré informando, queridos. Sé que lo necesitáis, no tenéis que pedírmelo.

En las pocas palabras que intercambiamos captó enseguida mi pasión por los martinis, y dijo que me daría una receta nueva cada vez que le visitara, receta que publicaré aquí para disfrute de todos vosotros con la ayuda de mi inestimable Gregor, mi informático personal. Como ya habréis supuesto, visitaré a Alessandro cada vez que mi apretada agenda me lo permita.

A ti, mi querido Alessandro, te dedico este escrito, aunque tú lo ignores.

Tuya desde hoy,
Pamela

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Sangre de primavera

miércoles, mayo 3


Queridos amigos,

Nunca pensé que me encontraría en esta situación. Qué giros de la vida en el momento menos esperado. Me siento como una quinceañera con sus primeros zapatos de tacón, arropada por esa sensación erótica de sentirse sexy, como cuando todo el mundo se despierta de repente en una calle transitada para admirar a la persona que hace ese sonido tan eróticamente atractivo con los pies, que transmite tanta seguridad al estar envuelta en un velo irresistible de feminidad.

Me siento así porque hay algo que se ha encendido en mí. Algo erótico, sexual, sensible, desinhibido y desenfrenado. Esa semilla que espera recibir la primera gota de agua latiendo bajo tierra. Ahora despierta algo distinto en mis sentidos el sensual teclear de las masculinas manos de Gregor en su teclado, el cantoneo de las maracas de Marco en su incansable intento de enseñarme sus secretos o la voz de Michael al teléfono intentando que acuda de nuevo a su consulta. Incluso imaginarme como toma notas con su frenética letra de médico, y no digamos si veo el anuncio de mi querido chico martini.

Desde la fiesta de Alfred algo se ha despertado en mí y sé que es imposible intentar volver a apaciguarlo. He despertado a la bestia, liberado a los demonios del averno. Ahora he de aprender a controlarlos. Esas pequeñas bestias que viven dentro de nosotros: los instintos animales.

Eternamente vuestra, y acalorada
Pamela

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