Piruetas en el aire

lunes, agosto 4


Queridos amigos virtuales,

No entendía absolutamente nada. ¿Quién era esa gente y qué quería de mí? Primero Samantha, luego James y ahora ese hombre del ojo de cristal que había aparecido en mis recuerdos. El mismo que aparecía en la fotografía de la cartera de James. No había duda, los dos niños que estaban con él en la imagen tenían que ser ellos. Samantha debía tener unos tres años y parecía una niña tímida por cómo se agarraba al cuello de aquel hombre, aunque incluso de pequeña tenía esa mirada inquietante. James, en cambio, ya parecía osado con apenas diez o doce años, y tenía en los ojos aquella picardía revoltosa.

Saqué la foto de la cartera con manos temblorosas y comprobé si había algo escrito en la parte de atrás. Ponía "Philippe, Sammy y Valentino. París". Philippe debía ser el hombre del ojo de cristal. Quizá era algún familiar. Busqué otras fotografías en la cartera que pudieran darme más información, pero sólo encontré imágenes en las que aparecía Valentino de adulto con gente que debían ser amigos suyos. Por si acaso, lo fotografié todo con mi cámara digital, incluida la documentación personal de James. Sí, ya sé que hacer eso no estaba bien, queridos, pero me habían dado motivos para ser ilegal y mi detective interior ya andaba suelta por mis venas.

Necesitaba respuestas, y sabía muy bien por dónde empezar.

Cuando llegué al aeropuerto, Bernard me esperaba apoyado en la avioneta con la parsimonia de siempre. Era hombre de pocas palabras. Su aliento y sus manos desprendían siempre un fuerte olor a tabaco negro, pero hacía tantos años que pilotaba para mí que estaba dispuesta a pasar por alto aquel defecto. Gozaba de mi total confianza, así que cogí su mano y subí a la avioneta. Mi invitado no tardó en aparecer en su deportivo.

—¿Querida, puedes decirme qué hacemos aquí? —indagó mi cirujano plástico al bajar del coche.
—¿No es evidente, mi querido Michael? —contesté. No pude evitar que se intuyera una amenaza latir en mi voz—. Me apetecía dar un paseo en avioneta por el cielo de Barcelona. Marco y yo siempre lo hacíamos.
—Llámame loco si quieres, querida, pero resulta un poco —se detuvo para pensar la palabra—: raro que desaparezcas tres meses y luego me llames para dar una vuelta en avioneta.
—Quería hablar contigo y me pareció buena idea charlar en el aire, ¿no lo es? —mencioné con aparente ingenuidad. Me sentía como una bruja de cuento embaucando a un suculento niño.
—No sé qué te ocurre, pero esta no es mi Pamela —sentenció frunciendo los labios—. Quiero que vuelva la otra, la de siempre. Ahora pareces más... no sé, siniestra. Tienes algo en la mirada que me pone los pelos de punta.
—¡Pero qué dices, querido! —me reí a carcajadas, poniéndole la mano en el hombro para darle confianza, aunque sin darme cuenta le hinqué las uñas. Sin embargo, el astuto Michael tenía toda la razón. Tenía que hacerle subir a la avioneta si quería volver a confiar en él. No podía hacer otra cosa. Tenía que estar segura—. ¿Quieres subir de una vez? Se nos va a hacer tarde. Anda, sé bueno.
—¿Seguro que no te pasa nada? —insistió Michael mientras entraba en el aparato desconfiadamente, como Hansel en la casa de galletas. El portazo que dio Bernard al cerrar le hizo dar un salto y se golpeó la cabeza—. ¡Au!
—Siéntate. ¿No querrás hacerte daño? —le advertí sonriente.

Volar sobre Barcelona siempre me había hecho sentir como un hada volando en libertad, aunque hoy no era un hada, sino una bruja taimada volando sobre su escoba. La ciudad vista desde el aire era una verdadera preciosidad. Michael no dejaba de mirarme de soslayo como esperando que algo malo fuera a pasar. Y estaba en lo cierto: algo malo iba a pasar. Pasábamos muy cerca de la Torre Agbar cuando hablé.

—Michael, tengo que hacerte una pregunta —sugerí mientras acariciaba la rosa roja de mi escote. Mi voz sonó verdaderamente siniestra.
—¿Cuál? —inquirió tembloroso.
—Es importante que medites bien tu respuesta —apunté con desesperante tranquilidad.
—¡¿Pero qué te pasa?! Estás empezando a asustarme.
—No tienes por qué tener miedo. Al menos no si dices la verdad —sonreí, y el Rouge Dior de mis labios resplandeció.
—No sé de qué va esto, pero quiero bajarme del avión ahora mismo —se quejó. Sus músculos estaban tensos.
—Michael, quiero que me digas qué te traes entre manos con Samantha —ordené.
—¿Qué?
—Contesta. ¿Estás con ella?
—¿Te has vuelto loca? Quiero bajar. Dile al piloto que aterrice —gruñó mientras intentaba soltarse los cinturones de seguridad.
—Yo de ti no haría eso, querido. Bernard, es el momento —le dije al piloto mientras me sujetaba la pamela con tranquilidad. La avioneta se inclinó poco a poco hasta que nos quedamos boca abajo y Michael se puso a gritar. Al cabo de unos segundos habíamos dado una vuelta completa.
—¡Tú no estás bien de la azotea! —gritó Michael enfadado—. Pamela, no me gustan estas bromas. Sabes muy bien que me mareo y lo paso fatal.
—Esto no es ninguna broma, querido. ¡Contesta! ¡¿Estás con Samantha o no?! —exploté.
—¡Pero qué dices!
—Bernard, parece que mi invitado quiere que le des otra vuelta —sugerí a mi piloto como quién pide otra taza de té.
—¡No, por favor! —imploró Michael. Pero ya era tarde. Bernard había comenzado a trazar en el aire un tirabuzón horizontal. Michael empezó a ponerse blanco y añadió—: Creo que voy a vomitar.
—Oh, no te preocupes, aquí tienes una bolsa —le ofrecí con una sonrisa—. ¿Y bien, vas a decirme si estás con Samantha o quieres otra pirueta? Bernard las hace muy bien. Como has podido comprobar es todo un experto.
—Sabía que estabas un poco desquilibrada tal vez, pero esto ya es demasiado.
—Bernard —sugerí otra vez, alzando las cejas con fastidio.
—¡No! —exclamó Michael con la mano extendida—. ¡Está bien, te diré lo que quieras! No, no estoy con Samantha. ¿Todo esto es por el beso que me dio en mi despacho?
—No, es por mucho más —contesté con rabia—. Es el momento de que me digas todo lo que sepas.
—¿Todo lo que sepa? ¡Sobre qué!
—Sobre Samantha y su plan, evidentemente.
—¿Su plan? ¿Pero de qué demonios hablas?
—Michael, no estoy bromeando. Esa mujer se trae algo entre manos, ella y su familia, y quiero saber que es.
—Hablas en serio —entendió al fin.
—Completamente.
—Mira, Pamela, te estoy diciendo la verdad. No sé de qué va todo esto. Aquél día cuando entraste en mi despacho Samantha se lanzó a besarme de repente. Hacía rato que coqueteaba conmigo, como siempre, pero jamás pensé qué fuera a hacer algo así. Y eso fue todo lo que ha pasado entre nosotros —explicó. Parecía sincero—. El hombre con el que viniste, Valentino, es su hermanastro por parte de madre. Es un elemento de cuidado, pero supongo que eso ya lo sabrás puesto que lo conoces. Samantha y él no parecen llevarse muy bien. Ella es francesa como su padre y él creo que es italiano. Tienen padres distintos. Su madre es española, por eso están aquí. Y eso es todo lo que sé.
—Querido, tengo que contarte algo —anuncié.

Narré mis sospechas sobre Samantha desde el principio, el día que descubrí que ella era mi admirador secreto, la conversación que escuché desde debajo de la mesa de su secretaria y los últimos descubrimientos con Linus. Al principio Michael me miraba estupefacto, como si le estuviera contando una película que no era capaz de creer, pero al final su expresión cambió y se tornó seria.

—Pamela, no puedo con tu vida —aseguró, muy afectado.
—Querido, siento mucho haberte tratado así —me disculpé con lágrimas en las pestañas—, pero tenía que hacerlo para saber que decías la verdad. Había perdido la confianza en ti, ¿entiendes? Por eso me he comportado como una majareta. ¿Me perdonas?
—¡Oh, pues claro! Mira que eres tonta —dijo él con intención de abrazarme. No pudo porque las correas de seguridad nos impedían movernos. Me cogió de la mano y nos echamos a reír tontamente. Una vez en tierra nos dimos un afectuoso abrazo.
—Te he echado tanto de menos, querido —gimoteé.
—Tengo que reconocer que has bordado tu papel. ¡Dabas un miedo terrible! En verdad parecía que te habías vuelto loca.
—Lo sé —sonreí, gozosa—, tengo un don para la investigación. Creo que se me daría muy bien ser la policía mala. —Entonces recordé que llevaba encima la fotografía de James—. Oh, Michael, una cosa más: ¿reconoces al hombre de esta fotografía? —pregunté señalando a Philippe, el hombre del ojo de cristal.
—Sí, Samantha me enseñó esa misma foto. ¿Cómo es que la tienes tú? Oh, déjalo, no quiero saberlo. Ese hombre es el padre de Samantha.

Mi mente dio una voltereta más mirando la fotografía. ¡Dior mío! ¡El niño al que le había pegado la patada en el museo por levantarme la falda era James! El destino se estaba trenzando de una forma tan atroz que tuve que tomarme un martini con urgencia. Cuando rodó por la copa de camino a mi garganta, la aceituna se convirtió en otro interrogante: ¿acaso tenía algo que ver mi familia con aquella gente?

Malignamente vuestra, aunque algo mareada
Pamela

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Diamantes... 6

  1. Escrito por Anonymous Julieta

    sábado, agosto 15, 2009 3:21:00 p. m.

    Sigue así Pamela. Ahora escribes mucho mas seguido y eso me gusta más. Me encanta leer tus historias, es como leer un libro de misterio, amor, romance y aventura, jeje. Mis mejores deseos.

     
  1. Escrito por Anonymous Pamela

    sábado, agosto 15, 2009 3:23:00 p. m.

    Querida Julieta,

    No sabes cuánto agradece mi corazón tus bellas palabras. Me encanta saber que personas como tú difrutan de mi humilde diario. Brindo por ti.

    Siempre tuya,
    Pamela

     
  1. Escrito por Blogger Mr. Aiden Cartier

    martes, agosto 18, 2009 6:18:00 a. m.

    Adoré tu diario con todo el frío de mi corazón. Eres matadora. Besos.

     
  1. Escrito por Anonymous Pamela

    martes, agosto 18, 2009 10:04:00 a. m.

    Querido Mr. Aiden,

    Pocas palabras, aunque tan directas que me han atravesado directamente el corazón como flechas de escarcha.

    Siempre tuya,
    Pamela

     
  1. Escrito por Anonymous Laia Vidal Barrera

    martes, agosto 25, 2009 10:07:00 a. m.

    Tu sola has aconseguit fer aquest imperi de glamour i sutilesa?
    Perquè des que he aparegut en el teu regnat m'han entrat unes ganes boges de beure Martini i brindar per la feminitat de la dona.
    Felicitats.

     
  1. Escrito por Anonymous Pamela

    martes, agosto 25, 2009 10:13:00 a. m.

    Querida Laia,

    Sí, yo sola he construido mi isla virtual reuniendo todas las virtudes que estaban a mi humilde alcance, y es un lugar en el que me encuentro como sirena en el agua. Para agradecer tus inestimables palabras brindo por ti con ese suculento martini que, espero, pruebes pronto: chin-chin.

    Siempre tuya,
    Pamela

     

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