Loca de atar

lunes, mayo 26


Queridos amigos virtuales,

Unos días de descanso en mi mansión me habían hecho darme cuenta de que había cosas que resultaban ineludibles en la vida, como hacer una visita a tu psicoanalista. Era algo que no podría posponer eternamente, así que me tomé un martini y salí de la limusina dejando huellas de resignación con los tacones. Me consolé pensando que todo era por el bien de mi salud mental, que, siendo sincera conmigo misma, últimamente no parecía estar pasando por su mejor momento. Me repetía sin cesar que debía ser franca con Linus. Lo idóneo era ir directa a la aceituna, sin pensar. Quería saberlo cuanto antes, y si le preguntaba a bocajarro seguramente le cogería desprevenido y me diría la verdad.

– Buenos días, Pamela –me saludó Linus–. Me alegro de...
– ¡No, no digas más! –le interrumpí bruscamente alzando la mano mientras tomaba asiento en el diván–. ¡Lo sé! Ha sido de una dejadez imperdonable por mi parte. Ni siquiera te avisé de que no podría acudir a nuestra última cita. Lamento muchísimo mi falta de responsabilidad.
– Eh... no importa –aseguró, extrañado–. Seguro que tuviste un buen motivo.
– Sin duda. Aquel día mi guardaespaldas fue víctima de un desafortunado malentendido que hizo que le arrestaran.
– ¡¿Qué?! ¿Pero está bien?
– Oh, sí, no te preocupes. Enseguida le dejaron libre. Querido, creo que lo mejor será que te lo diga sin rodeos.
– ¿El qué? –Linus me miraba, expectante.
– Es que, verás, yo... quería saber...
– ¿Sí?
– ¡Ay, qué difícil!
– Pamela, ¿qué pasa? Te noto nerviosa –se preocupó Linus.
– He venido porque creo que estoy desequilibrada. Ya está, ya lo he dicho. Querido, tienes que arreglar esto como sea –rogué acariciándome la sien.
– ¿Qué? –Linus intentó ocultar con su mano la sonrisa que asomaba por la comisura de sus labios.
– ¡No te rías! Esto es muy serio, ¿sabes? ¡O sea, sufro alucinaciones severas!
– Alucinaciones –sentenció. Borró la sonrisa de su boca, aunque aún vibraba en sus ojos.
– ¡Cómo lo oyes! Orlov sale de la nada, de repente, y me acecha dondequiera que voy, aunque nadie más que yo puede verlo.
– ¿Orlov? Explícate, por favor.
– ¡Te lo estoy explicando! No me deja ni ir de compras tranquila. Linus, no me engañes –añadí con repentina seriedad, agarrándome a sus manos cual princesa implorando compasión. Acompañé mis palabras de una caída de pestañas para asegurarme de que le llegaban al corazón–. Estoy loca, ¿verdad? Puedes decírmelo. Estoy preparada, en serio. Si ya hasta me he hecho a la idea. No es necesario que sigas ocultándomelo.
– ¿Loca? –preguntó antes de volver a ocultar una sonrisa haciendo ver que se rascaba la barba–. ¿Qué te pasa hoy?
– ¿A mí? Creo que tengo derecho a saber si voy a pasar el resto de mi larga y esplendorosa vida en un sanatorio mental –sentencié al cruzar los brazos, malhumorada–, me parece evidente.
– Vamos a ver, Pamela, primero dime quién es ese Orlov.
– Sí –afirmé con entusiasmo al incorporarme–, una pantera negra con un precioso collar de diamantes. Apareció en comisaría cuando detuvieron a Christopher. Luego desapareció hasta que, al cabo de unos días, volví a verla rondando por ahí. Al principio me parecía misteriosa, pero ahora no me gusta. Me da miedo y quiero que se vaya –exigí frunciendo los labios.
– ¿Me estás hablando en serio?
– Querido, ¿no me expreso con claridad?
– Perdona, es que creía que bromeabas. ¿Me estás diciendo de verdad que tienes alucinaciones?
– De verdad.
– ¿Y has tenido otros síntomas? –Linus se recolocó en la silla y cambió de actitud rápidamente. Parecía preocupado.
– ¿Otros síntomas?
– Cefaleas o migrañas, por ejemplo –sugirió mientras se disponía a tomar notas.
– Lo cierto es que no. Hace mucho que no sufro de dolores de cabeza –aclaré mientras me tumbaba en el diván como una buena paciente.
– ¿Y algún otro síntoma? Amnesia tal vez, o cambios bruscos de ánimo.
– Creo que no. Me encuentro bien, gracias.
– ¿Has sufrido más estrés de lo habitual últimamente?

«¿Qué si he sufrido más estrés de lo habitual últimamente?», pensé. «Bueno, primero me fui a Praga porque descubrí a mi guardaespaldas besándose con mi barman, cosa que no fue nada agradable. Allí casi me enamoro de un jovencito cuya exnovia psicópata amenazó con matarme en un callejón si volvía a acercarme a él. Eso sin mencionar el atraco de la joyería en la que descubrí que mi admirador secreto no existía, lo cual fue realmente decepcionante. Por si eso fuera poco, me traje a Barcelona a una especie de truhán que no ha dejado de perseguirme desde entonces y que ha resultado ser el hermano de mi peor enemiga, a la que encontré besándose con mi mejor amigo, con quién murmuran en mi club social que me acuesto a cambio de operaciones estéticas. Después arrestaron a mi chofer y tuve que sobornar a una horrible vagabunda para que le dejaran en libertad. También resulta que mi madre era un poco nazi. Ah, y no debo olvidar que me diagnosticaron una escoliosis doble por la que debo acudir a un fisioterapeuta. ¡Jabes! ¡Me había olvidado por completo de él y he faltado a mi segunda sesión! Oh, Dior Santo, puede que sí haya sufrido un poco más estrés de lo normal últimamente».

– Sí, podría decirse que los últimos meses han sido bastante movidos –confirmé.
– ¿Ansiedad?
– Ahora que lo mencionas, voy más a menudo de compras. Comprar ropa me serena. Oh, y cuando estoy en mi joyería, rodeada de diamantes, Linus, me siento estupendamente. ¿Significa eso que estoy ansiosa?
– Puede ser. ¿Comes más o tienes sensación de engullir la comida?
– Querido, ¿qué clase de pregunta es esa? Eso a mí no me pasa. Lo que puede que sí haga es tomar algún martini de más –mencioné tímidamente. Mi tono de voz disminuyó conforme me daba cuenta de lo que estaba diciendo.
– Pamela –dijo Linus en tono severo–, qué acordamos del alcohol.
– Sí, ya sé, que sólo algún martini el fin de semana –repetí mecánicamente.
– ¿Has estado bebiendo mucho?
– No, de verdad que no, Linus. Sólo algún martini de más porque esta semana tenía un irrefrenable antojo de cócteles frutales. Puede que mi cuerpo necesitara azúcar, no sé. ¿He dicho yo eso? –me pregunté a mí misma–. O sea, debo estar peor de lo que pensaba.
– Cuidado con el alcohol o puede convertirse en un problema muy serio –me regañó.
– Sí –contesté sumisa mirando al suelo.
– Bien. Y, dime, ¿has tenido dolor en el pecho o sensación de nudo en el estómago? ¿Has estado reviviendo episodios del pasado que te angustien? Ya sabes: flashbacks, pesadillas recurrentes,...
– Un poco de nudo en la garganta. Un día casi ni podía tragar, fue horrible. Episodios no he tenido.
– Entiendo. ¿Y has visto algo más, o solo a esa pantera?
– No, a Orlov. Aunque sólo le vi claramente al principio, ahora parece como si me espiara o algo así. Se esconde, pero a veces le veo por el rabillo del ojo –certifiqué mientras Linus tomaba nota de todo lo que decía. Me sentí ridícula–. Es muy grave, ¿no? Estoy muy loca.
– Claro que no –sonrió–. Son pseudo alucinaciones derivadas de un cuadro de estrés. Pamela, tienes que cuidarte. Debes descansar y olvidarte de las preocupaciones.
– ¿Y así se irá?
– Sí.
– ¿Y si no?
– Si no buscaremos otras causas, pero primero debes estar tranquila unos días. Ah, y nada de alcohol.
– ¡¿Qué?! ¿Por qué?
– Nada de alcohol –repitió con dureza.

Salí de la consulta algo contrariada y, sin embargo, muy dispuesta a tomarme en serio el descanso que necesitaba mi mente para dejar de crear felinos imaginarios con collares de diamantes. Y sin nada de martinis, o sea, de lo más horripilante.

Alocadamente vuestra,
Pamela

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Diamantes... 2

  1. Escrito por Anonymous Naina

    viernes, mayo 15, 2009 10:42:00 a. m.

    Me parece, Pamela, que te estresas con mucha facilidad, jajajaja.

    Me encanta tu diario, te felicito. Por favor, no dejes nunca de escribir porque me alegras el día cuando te leo.

    Un afectuoso saludo.

     
  1. Escrito por Anonymous Pamela

    lunes, mayo 18, 2009 11:27:00 a. m.

    Querida Naina,

    Yo creo que tenía buenos motivos para estar estresada, aunque, claro, estoy descubriendo que todo es relativo en esta vida.

    Gracias por tu felicitación y celebro alegrarte los días, aun sin pretenderlo. Has curvado mis pestañas e intentaré seguir escribiendo con asiduidad porque sé, queridos amigos virtuales, que lo anheláis con pasión.

    Siempre tuya, y satisfecha
    Pamela

     

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